Unos sufren, otros se van de fiesta

Chivas no puede permitir que se le falte al respeto a su camiseta con jugadores más preocupados por la fiesta que por los resultados dentro de la cancha.

Carlos Guerrero
EL dictado: Análisis y Opinión

Nunca he sido partidario de criticar la vida fuera de la cancha de un futbolista, pero en ocasiones es necesario hacerlo. Sobre todo cuando hay una afectación directa al club, a esa institución que les paga.

No es la primera vez y no será la última ocasión en que se ventilen actos de indisciplina, y es aquí donde abro el eterno debate con todos ustedes: ¿Pueden verdaderamente los jugadores hacer lo que quieran en sus ratos libres?

¿Qué es exactamente un “lo que quieran”? ¿Cuánto de eso a lo que llaman “lo que quieran” está permitido? ¿Hay límites?

Por citar el caso más reciente, Chivas no está para permitir que sus jugadores estén más faltos de concentración de lo que ya han estado desde hace tiempo. Chivas ya hasta tuvo que cambiar de entrenador porque le pegó una crisis de resultados y de futbol. Y parecería que a todos les duele, que a todos les afecta, menos a algunos jugadores.

Me queda claro que hay un gran sector de elementos que les importa un comino la actualidad del equipo que les paga. Y hablo en general, futbolistas que no entran en razón de dónde están parados o de cuál camiseta portan.

Me queda clarísimo también que una crisis deportiva les duele a todos menos al jugador. No creo que Antuna, ni que Vega, salgan de las instalaciones abrumados, aquejados por los malos resultados, ni siquiera por el cambio de entrenador que debió darse. Dudo que salgan de un estadio apenados por un mal resultado; dudo que golpeen una pared como Gonzalo, el famoso aficionado, por frustración o impotencia.

El único que llora aquí es el aficionado, el único preocupado es el entrenador, el único molesto es el dueño, el único decepcionado es el patrocinador. ¿Y el jugador? El jugador sonríe, celebra cuando no hay nada que celebrar.

¿Vida privada?, la vida privada acaba desde el momento en el que se le da “enviar” al video o fotografía para convertirse en vida pública. En fin… luego todos son culpables menos ellos. Luego arden las redes y llega una campaña virtual entre quienes los critican versus quienes los protegen, mientras ellos siguen sonriendo socarronamente, planeando no el siguiente juego, sino la siguiente fiesta.

Me pregunto qué dirá Gerardo Martino al respecto...

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