El recuerdo de Navidad de Billy Miske

La historia de un boxeador que murió por los suyos y les dio todo gracias al boxeo: Billy Miske, un hombre que merece un homenaje en vísperas navideñas.

Eduardo Lamazón
EL dictado: Análisis y Opinión

¿Alguien se acuerda de Billy Miske?

Por supuesto que no, pues pertenece a la prehistoria del boxeo y en este tiempo son pocos los espacios que se atreven a desempolvar viejas historias por hermosas o conmovedoras que sean.

Hace 100 años, Billy Miske peleó con Jack Dempsey y recibió la paliza de su vida. 1920, en Michigan.

¿Quién era Billy Miske y por qué viene al caso recordarlo hoy? Porque lo recuerdo por los aires de Navidad.

Les voy a contar una historia estremecedora alrededor de alguien que fue reconocido entre los más valientes: Billy Minske, el ‘Trueno’ de Saint Paul.

Había nacido en esa ciudad de Minnesota en 1894, y había debutado como profesional en 1913. A lo largo de once años hizo una buena carrera como boxeador con 58 peleas y solo perdió tres. Empezó como peso medio y terminó como un peso pesado de poco tamaño.

Fue un deportista subestimado y valía más del reconocimiento que ha recibido. Sus años fueron los más duros del boxeo, cuando se peleaba sin descanso y las mismas peleas eran el entrenamiento.

Entre 1917 y 1928 Miske hizo 29 peleas. 29 en dos años. Es algo asomboroso, tomando en cuenta que hoy hay quienes hacen 29 peleas en toda su vida.

En plena y exitosa carrera, Miske enfermó de los riñones gravemente. No obstante, siguió peleando y ocultando hasta donde pudo sus padecimientos a su familia. Él era el sostén de su hogar y el dinero necesario sólo podía venir del boxeo.

Miske, ya muy enfermo, decidió ignorar la dolencia que iba a matarlo. Hizo 23 peleas en tres años y solo perdió una.

A finales de 1923, su situación era crítica. Cuando programó una pelea con Billy Brenant los médicos dijeron, –¡No puede pelear! debe estar hospitalizado porque está muriendo–.

Pero Billy consiguió que los comisionados le concedieran la pelea porque dijo: –Quiero darle a mi mujer y a mis hijos una Navidad como Dios manda–.

Peleó el 7 de noviembre y ganó la pelea, noqueando a Billy Brenant en el cuarto round. En el tercero lo había sacado del ring con una seguidilla de golpes. Ganó la pelea y perdió la vida.

54 días más tarde, en los primeros minutos de 1 de enero de 1925, cuando sonaban las campanas anunciando el Año Nuevo, Miske moría a los 29 años de edad.

Nadie lo recuerda. Nadie se rinde ya en homenaje a este guerrero apoteósico y ejemplar. Murió por los que amaba. Les regaló aquella Navidad.

Están los hombres que no cambian nunca nada. Y están los que modifican el mundo con cada acción. Los seres pequeños solo tienen ganas, los grandes tienen voluntad.

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