Los desaparecidos en América Latina se cuentan por miles, 200 mil, para ser precisos y duelen tanto como la incertidumbre de sus familiares.
En las décadas de los 70 y 80, América Latina sufrió los mayores casos de desaparición de personas, principalmente por parte de las dictaduras militares. Pero lejos de solucionarse, el problema continúa hasta nuestros días, porque aunque las dictaduras y guerras civiles, aparentemente, quedaron atrás, el delito lo heredó el crimen organizado.
Países como México, Colombia, Perú, Guatemala y El Salvador, tienen cifras realmente preocupantes. ¿Dónde están los 43 de Ayotzinapa?
Los migrantes centroamericanos y de otros países que atraviesan México hacia Estados Unidos y se esfuman sin dejar rastro. ¿Quién los busca? Los llaman los olvidados. Pero no. En sus casas hay llanto, hay desesperación y dolor. ¿Cómo encontrar a los miles de desaparecidos que dejó la dictadura Argentina?
Las abuelas de la plaza de Mayo, siguen buscando a sus nietos, 45 años después. Porque la incertidumbre no cesa con el tiempo. Incluso, está catalogada como tortura.
Si miramos más allá de los números, estas desapariciones tienen un denominador común: la lenta y prolongada angustia de las familias.
Independientemente de la causa de la desaparición, sea forzada o por la intervención del crimen organizado, el Estado debe actuar e investigar. Dar respuestas, de lo contrario se asume una erosión en el Estado de Derecho. Algo, bastante común en una región como Latinoamérica.
Encontramos a una sociedad latina familiarizada con la ausencia de forma repentina e inexplicable. Nos encontramos con una sociedad acostumbrada a que los responsables de las desapariciones queden impunes. Por ejemplo, de los 100 mil desaparecidos que se contabilizan en México, solo se han imputado a 35 responsables. Lo cierto es que es un crimen. ¿Quién paga por esos crímenes? No hay rendición de cuentas.
