Jaime, el atleta mexicano que subió al podio sin poder moverse

El arco llegó a la vida de Jaime por casualidad; el maestro Gabriel Vera, entrenador de la UNAM, lo recibió en el campo de tiro.

Escrito por: Jorge Zarza
Jorge Zarza

Después de un fin de semana en Querétaro, el viaje de regreso a casa sería el principio de un largo camino para Jaime y su familia.

En medio de la oscuridad, algo hizo que la camioneta rechinara las llantas y terminara frenando de golpe contra otro vehículo.

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Todos salieron de inmediato, menos Jaime, quien se había quedado dormido y era el único que no traía el cinturón de seguridad.

Amaneció en el hospital con el cuerpo conectado por decenas de cables que medían sus pulsaciones, pero nadie le dijo lo que le había pasado. Jaime había quedado parapléjico y destinado a vivir en una cama el resto de su vida, sin poder mover brazos, ni piernas, ni nada.

La terapia a la que fue sometido era dolorosa y con pocos avances, pero esos destellos de movimiento que lograba activar en algunas partes de su cuerpo, lo motivaron a ejercitarse de ocho a diez horas sin descanso todos los días.

Jaime comenzó a moverse después de tres años


Al paso de tres largos años, pudo mover un poco sus brazos y controlar el peso de su cabeza. Aprendió a levantarse, a vestirse, a bañarse, a peinarse, a sentarse y a usar los cubiertos para comer, entre muchas otras actividades, como manejar su propio auto.

Empezó a usar la silla de ruedas y como pudo, se amarró una raqueta en la muñeca porque estaba decidido a jugar tenis.


El equipo elite de FIA, integrado por Ricardo Ruiz, Esteban Sánchez, Vianney Rodríguez y Miguel Ángel Nava, al entrar conmigo a su departamento descubrimos a un atleta entero, firme en sus ideas y apasionado al momento de responder las preguntas durante la entrevista.

El arco llegó a su vida por casualidad. El maestro Gabriel Vera, entrenador decano de la UNAM, lo recibió en el campo de tiro para hacerle una prueba.


¿Cómo podría siquiera sostener la flecha? Fue lo mismo que se preguntaron maestro y alumno. ¡Con la boca! Fue la respuesta.

Jaime, un atleta que no sabía que lo era

Jaime empezó a practicar el tiro con arco y rápidamente destacó por su constancia y disciplina. Fue seleccionado para competir en los juegos Parapanamericanos y se trajo la medalla de bronce en el cuello.

La pandemia lo obligó al encierro, pero eso no le impidió que siguiera entrenando. En ese pequeño departamento Jaime se las ingenió para seguir tirando flechas desde su recámara hasta la sala, en donde colocó una diana de unicel para recibir los disparos.

Pudimos ver la habilidad de Jaime para tomar la flecha, estirar la cuerda con la fuerza de su mandíbula y obligar a sus músculos a sostener el arco. Una y otra vez disparó las flechas que dieron en el blanco.

No olvide su nombre: Jaime Solís Macías. En muy poco tiempo regresará a las competencias para subirse al podio donde solo caben los mejores.

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Escrito por: Jorge Zarza

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