Cuando el huracán de categoría 5 “Iota” rugió sobre la pequeña isla colombiana de Providencia, en las primeras horas de la mañana del pasado lunes, Yeisler Chamorro y su esposa se acurrucaron debajo de un colchón en su dormitorio, de acuerdo con información de Reuters.
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Casi toda la infraestructura en la isla de unas 6 mil personas, cerca de la costa de Centroamérica, fue dañada o destruida por la tormenta, que hizo llover escombros sobre Chamorro.
Yeisler comentó que ese colchón le había salvado la vida, mientras le mencionaba a un reportero de Reuters las reparaciones temporales que había hecho en el techo de la habitación, asegurando se les caían cosas, escombros y todo, pero que gracias a Dios habían sobrevivido; para él, las cosas materiales se pueden recuperar, lo verdaderamente importante es la vida.
Los vientos de “Iota” y las fuertes lluvias han matado a unas 40 personas en América Central y Colombia, incluidas al menos dos en Providencia.
En Nicaragua, inundó áreas bajas que aún se tambaleaban por el impacto de Eta hace dos semanas, otro gran huracán que mató a decenas de personas en la región.
Uno de los vecinos de Chamorro contó que cuando se levantó y miró hacia afuera, la primera impresión que tuvo fue que los vecinos estaban muertos. Afortunadamente, cuando salió a ver a sus familiares, descubrió que todos estaban con vida.
Muchos residentes todavía están conmocionados por la destrucción, dijo Chamorro, pero el isleño nacido y criado ahí está comprometido con la reconstrucción.
Aseguró que lucharán y saldrán adelante porque este es un nuevo comienzo; el gobierno de Colombia ha acreditado un sistema de alertas y refugios por el bajo número de muertos en la isla, cuyos residentes hablan un idioma criollo además de español.
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La isla más grande de San Andrés, parte del mismo archipiélago y que también sufrió daños por la tormenta, se ha convertido en un destino para cientos de evacuados de Providencia que buscan reunirse con familiares.
