Jorge Zarza descubrió un secreto del beisbol, el bate artesanal hecho en México

Don Miguel nos invitó al taller donde elabora los bates desde hace varias décadas.

Escrito por: Jorge Zarza
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Por Jorge Zarza

A mí me obligaron a jugar béisbol cuando era un niño.


La regla en mi casa era muy estricta: tienes que hacer deporte. Y como no era –ni seré- muy bueno para el fútbol, caí en la liga infantil de Cuernavaca como un Tercera Base.

Todo eso recordaba cuando crucé el Estadio de los Naranjeros, en Hermosillo, Sonora. Acompañado del equipo élite de FIA (Fuerza Informativa Azteca) integrado por Luli Monsalvo, Ricardo Ruiz y Esteban Sánchez, llegamos poco antes de caer la noche al diamante esmeralda que pudimos pisar gracias a una concesión especial, ya que el estadio de béisbol estaba cerrado debido a las medidas sanitarias provocadas por la pandemia.

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Sobre la loma del pitcher se balanceaba en un solo pie un muchacho de 14 años, alto y espigado, quien lanzaba con furia los 149 gramos que pesa la bola, hacia el home donde otro niño de 11 años la recibía impactándola fuertemente con su bate.

Una y otra vez, el pitcher repetía la rutina y el bateador hacía sonar la madera; y así, desfilaron orgullosos, uno por uno, los miembros de la liga Buhitos de Unison, que nos consiguió nuestra colega de Azteca Sonora, Karla Enríquez.

Minutos después llegó Don Jesús Miguel Ortega Romero, un hombre alto y robusto, con sus lentes de armazón y su cabello cano, recortado como aprendió en la Heroica Escuela Naval Militar donde estudió algunos años.

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Llegó con algunos bates de madera que él mismo elaboró para regalárselos a los chicos que en ese momento macaneaban emocionados luego de mas de un año de aislamiento.
Al día siguiente, Don Miguel nos invitó al taller donde elabora los bates desde hace varias décadas.

Ahí, rodeados de recortes de periódicos y decenas de bates enfilados por tamaños y colores, me contaba cómo convenció a su hijo para crear la empresa a la que pusieron por nombre Rhino Bats, en honor al rinoceronte, cuya piel es resistente y posee un extraordinario olfato y oído. Esas fueron las características que habrían de acompañar a Don Miguel y su familia para no dejarse vencer por la crisis, el miedo y la falta de dinero. Y sí, lo que empezó en un pequeño garaje, al paso de los años, con mucho sacrificio y no pocos descalabros, se convirtió en una sólida marca.

Don Miguel llegó a hacer mas de mil bates en un mes, pero a su puerta llegaban pedidos por 5 mil.

El éxito de su compañía no estaba basado en la cantidad sino en la calidad. Cada bate esta hecho a mano, ninguno es igual. Todos y cada uno de ellos tiene un espíritu.
¡Y los peloteros lo saben! Cuando se va a batear en las grandes ligas el bate se convierte en un amuleto. Ese es el secreto del éxito de Don Miguel. Hacer el trabajo especializado, único, irrepetible e irremplazable. ¡Ese es su prestigio! Distinción que lo coloca entre los mejores fabricantes a nivel nacional.

Generoso en su trato, me enseñó como colocar las muñecas en el bate, subir el codo antes de abanicar y no dejar de mirar la bola para poder pegarle.

He de confesar que después de un par de pésimos swings por fin le di tres golpes seguidos a la pelota –que son lo que el editor presume en el reportaje- lo cual me generó una sensación adictiva y una sonrisa de satisfacción que me duró todo el viaje. Ahora entiendo porque fui Tercera Base.

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Escrito por: Jorge Zarza

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