Millones de personas en todo el mundo se han infectado del Covid-19 y, hasta ahora, más de un millón han perdido la vida a causa de la pandemia. Se está llevando a cabo un enorme esfuerzo de investigación mundial para poner en el mercado una vacuna acelerada.
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A finales de octubre del 2020, se están desarrollando más de 165 vacunas, algunas de las cuales ya se encuentran en ensayos en humanos, pero incluso cuando se desarrolle finalmente una vacuna o tratamiento en contra del coronavirus seguro y eficaz, surgirán más desafíos al respecto con el proceso de la fabricación y distribución de ésta.
La experiencia de pandemias anteriores y el inicio de la pandemia del Covid-19 sugiere que, al responder a tales eventos, los gobiernos nacionales tienden a seguir sus propios intereses en lugar de buscar un enfoque más coordinado a nivel mundial.
Una situación en la que los países presionan para obtener el primer acceso a un suministro de vacunas, y potencialmente acumular componentes clave para la producción de éstas, se conoce comúnmente como “nacionalismo de vacunas”.
Este comportamiento nacionalista podría tener consecuencias negativas sobre qué tan bien se gestiona y contiene la pandemia mundial.
El nacionalismo de las vacunas podría llevar a una asignación desigual de las vacunas COVID-19 y costarle a la economía mundial hasta más de mil millones de dólares al año en términos de PIB.
Incluso, si algunos países logran inmunizar a sus poblaciones contra el virus, si éste no está bajo control en todas las regiones del mundo seguirá habiendo un costo económico global asociado con la enfermedad.
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Si sólo un país o región, como los Estados Unidos, Reino Unido, la Unión Europea, China, India o Rusia, tiene la vacuna, su economía mejoraría sustancialmente, pero la actividad económica aún se vería afectada negativamente debido a la menor demanda externa de países medios y naciones de bajos ingresos.
