Hace un año, ante la llegada de un nuevo virus, la COVID-19, y el desconocimiento de su virulencia, incubación y transmisión, la mayoría de los países decidieron cerrar casi todas las actividades para evitar contagios. Entre los rubros que sufrieron los efectos de esta decisión está la educación, que tuvo que hacer un cambio radical al pasar de presencial a ser en línea, lo que afectó a millones de niños en el mundo.
En México, esto planteó muchos retos para todas las partes involucradas en la educación. No todos los alumnos cuentan con acceso a Internet o, incluso a una televisión, para entrar a las “aulas virtuales”. De hecho, 1 de cada 4 jóvenes no puede acceder a la educación a distancia. Así mismo dejó ver que no todas las familias contaban con el número de dispositvos para que cada niño tomara individualmente sus clases. En cuanto a los padres y maestros, el tiempo que invierten para preparar sus materias y apoyar a los jóvenes no ha dejado de aumentar, lo que contrasta con el 78.6 % de alumnos que reportan dificultades para continuar con la educación en casa, según la UNESCO y la Universidad Iberoamericana. Además, los problemas psicológicos, e incluso los físicos, en los estudiantes aumentaron. Terapeutas y psicólogos reportan que más niños padecen desde trastornos de ansiedad, de concentración y del sueño, hasta problemas de comportamiento y retraso en el desarrollo del habla; sin mencionar los casos de maltrato y la falta de actividad, la cual ha provocado que los jóvenes sean susceptibles a subir de peso.
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En cambio, Brasil, que también inició clases presenciales en febrero 8, optó por recibir a 35% de los alumnos en las más de 4,500 escuelas que reabrieron en Sao Paulo. La idea es que los grupos reducidos se vayan rotando semanalmente las instalaciones, en una estrategia que combina la enseñanza presencial con la que es en línea. Bajo esta línea, Costa Rica también aperturó sus aulas. Antes de entrar a clases, a los jóvenes se les toma la temperatura, les brindan alcohol en gel y sus zapatos son desinfectados. En Europa, Portugal, España y Grecia ya abrieron las escuelas primarias y jardínes de niños con un aforo límitado. De hecho Francia implementó más pruebas contra la COVID-19 en los centros educativos para monitorear el estado de salud de los asistentes.
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En Argentina regresaron a las aulas en febrero 17, mientras que en Escocia y Alemania lo hicieron el 22 de este mes. En marzo, Paraguay y Perú planean reabrir de manera escalonada las escuelas. Por su parte, Puerto Rico vacunó a más de 24,000 trabajadores escolares para retomar clases en kínder, primaria y escuelas de educación especial, dos veces a la semana. Entre las medidas que los adoptarán está el aforo de 12 estudiantes por salón y servicio para llevar en las cafeterías, además del uso obligatorio de cubrebocas, desinfectante de manos y la revisión de temperatura.
Esta reapertura escalonada a la educación no solo representa recobrar el tiempo perdido en cuestión de aprendizaje o el abandono de una vida sedentaria. Sino que para millones de jóvenes es la oportunidad de saborear un poco de la normalidad que, con la pandemia, no podrán disfrutar como generaciones pasadas.