Más allá de las cifras oficiales y los reportes de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC), lo que persiste en las calles de la Colonia Cuauhtémoc es una atmósfera densa, cargada de temor y desconfianza.
Tras la intensa balacera los vecinos de la zona han decidido romper el silencio para expresar cómo la violencia ha trastocado su vida cotidiana en el corazón de la Ciudad de México.
Vecinos de la colonia Cuauhtémoc relatan pánico y sensación de vulnerabilidad tras la balacera
Caminar hoy por estas calles implica respirar la incertidumbre. Lo que para las autoridades fue un operativo exitoso, para los residentes fue una tarde de pánico absoluto. No se trata solo del enfrentamiento armado, sino de la vulnerabilidad que sintieron familias enteras, comerciantes y transeúntes al verse en medio del fuego cruzado.
Una residente, aún con el nerviosismo evidente en su voz, describe el momento exacto en que la tranquilidad del barrio se hizo pedazos:
“A los disparos pues sí nos alarmamos y sentimos miedo porque mucha gente corriendo, este balazos, demasiados, fueron demasiados balazos..”
La inseguridad toca a la puerta del centro
Existe un consenso preocupante entre los habitantes: la violencia ya no es algo ajeno ni lejano. Los testimonios recogidos revelan una sociedad cada vez más atemorizada que percibe un cambio drástico en la geografía del crimen. Antiguamente, los vecinos se sentían protegidos por la ubicación céntrica y turística de la colonia, pero esa burbuja ha estallado.
La percepción de seguridad se ha desplomado. Al escuchar a la comunidad, queda claro que se sienten sorprendidos por la impunidad y la fuerza con la que la delincuencia ha ganado terreno en zonas que antes se consideraban blindadas. Uno de los vecinos resume este sentimiento de indefensión colectiva:
“Ya no es nada más en las orillas, ya es aquí en el Centro entonces pues la inseguridad está al tope, entonces sí es preocupante...”
“Me sentí perseguido": Denuncian excesos policiales
Entre las voces que claman justicia, destaca la de Don Francisco, un adulto mayor que vive solo con su hermano. Su testimonio añade una capa más compleja a la tragedia: el miedo no solo a los criminales, sino al actuar de la propia autoridad.
Don Francisco tuvo la mala suerte de vivir junto al predio donde se atrincheraron los delincuentes. Sin embargo, en lugar de recibir protección, narra haber sido víctima de un operativo desmedido. Elementos de seguridad ingresaron a su hogar dejando destrozos y una sensación de violación a su intimidad que tardará mucho en sanar. Su relato es un grito contra el abuso de autoridad:
“Cuando abrieron la puerta me sentí como perseguido, y después sentirme víctima mi hermano y yo y claro que sí se dio... Hay un abuso de autoridad, hay excesividad, violencia para poder entrar...”
Entre la extorsión y la desesperanza
Al platicar con los colonos, surgen temas que van más allá del tiroteo del jueves: cobro de piso, extorsión y balaceras recurrentes. Estos son los fantasmas con los que conviven diariamente. La conversación en la Colonia Cuauhtémoc ha cambiado; ya no se habla solo del clima o del tráfico, sino de supervivencia.
Al escuchar a los vecinos, se percibe una resignación dolorosa ante una realidad que parece superarlos. La confianza en que las cosas mejoren a corto plazo es casi nula, como lo sentencia crudamente uno de los habitantes entrevistados:
“La verdad está la inseguridad tremenda, tremenda ... yo creo que esto no se va a acabar, quién sabe hasta dónde lleguemos...”
Las autoridades han limpiado la escena del crimen, pero el miedo sigue ahí, instalado en la sala de Don Francisco y en la mente de cada vecino que ahora camina con la vista baja, esperando que la violencia no vuelva a tocar a su puerta.