A finales de 1641, el filósofo inglés Thomas Hobbes terminó de escribir De Cive (El Ciudadano). Muchas hojas en las que analizó el funcionamiento del gobierno, con métodos y abstracciones, así como le hacen los que saben.
En ese libro, Hobbes esbozó con timidez que quien ejerce el gobierno tiene que lidiar con un elemento peculiar en la sociedad: el bellum omnium contra omnes; es decir, la guerra de todos contra todos.
De Cive iba a ser el primero de 3 libros que condensarían el trabajo de toda su vida; le seguirían De Corpore (Sobre el cuerpo) y De Homine (Del Hombre), más o menos en la misma línea.
Sin embargo, su plan se vio interrumpido por la Guerra Civil en Inglaterra que, en todas sus etapas, duró alrededor de 9 años con un saldo de 200 mil personas fallecidas.
Este hecho marcó al filósofo porque luego de haber experimentado el horror y los miedos que suelen despertarse con el derramamiento de sangre, Hobbes dejó atrás la mesura e hizo a un lado la rigidez del método y la abstracción en sus palabras.
Fue así como Thomas Hobbes propuso la creación del Leviatán, como ese monstruo sacado de la mitología bíblica, poderoso, brutal e implacable, para lidiar con los malos y proteger así la libertad y la vida de las personas.
Un Estado con esas características suena bien. Un gobierno que actúe en función de ese razonamiento, también… pero su costo puede llegar a ser muy alto.
Hoy, casi 400 años después, con los eventos frescos de Guanajuato y Jalisco, donde los malos sembraron el miedo con la quema de vehículos y establecimientos, muchos clamaron por la presencia del Leviatán para contrarrestar la ola de violencia.
Nadie duda de que el Estado tiene la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar la seguridad individual y el ejercicio de las libertades, pero plantear ese regreso del Leviatán podría abrirle paso a un Estado con tintes autoritarios, absolutos y hasta dictatoriales, ni más ni menos.
De ahí que eventos (deleznables, por supuesto) como los de Zapopan, Celaya, Irapuato y Guanajuato sean una tentación para exigir una leviatanización del Estado, pero el balance es delicado. ¿O ustedes qué opinan?