Todo está preparado para que se celebre la segunda vuelta electoral en Perú, luego de unos primeros comicios divididos entre los socialistas ascendentes y la heredera conservadora de la poderosa y polarizante dinastía Fujimori. Estas elecciones estuvieron marcadas por el voto de descontento debido a la economía actual, afectada por la pandemia de COVID-19, así como por los tres expresidentes que debieron dimitir al cargo debido a escándalos y protestas.
La primera ronda, celebrada el domingo 11 de abril, dio un giro sorprendente cuando el socialista Pedro Castillo, un líder sindical de 51 años y maestro de escuela primaria que era en gran parte desconocido antes del día de las elecciones, saltó a la cabeza. El recuento oficial del lunes mostró a Castillo con el 19% de los votos, tras más de un 80% de las boletas contadas, seguido por un 13.3% de la conservadora Keiko Fujimori, hija del exlíder encarcelado Alberto Fujimori, y quien además enfrenta cargos de corrupción.
Próxima presidencia conservadora en Perú
A partir del 28 de julio, la nación andina tendrá un presidente populista y conservador, sin importar quién gane la segunda vuelta electoral en Perú. Los dos candidatos están, desde espectros ideológicos opuestos, en contra de la igualdad de género, el matrimonio entre personas del mismo sexo y el aborto.
Sus agendas políticas también tienen prioridades distintas. Castillo planea reescribir la constitución y llevar al segundo productor de cobre del mundo drásticamente hacia la izquierda. Por su parte, Fujimori se encuentra enmedio de una investigación por presunto lavado de dinero por el cual los fiscales buscan una sentencia de 31 años de prisión. Ella niega los cargos.
Ascenso izquierdista
Castillo, cuyo partido Perú Libre se autodenomina “izquierda socialista”, emergió de una relativa oscuridad. En las encuestas preelectorales de hace un mes tenía una tendencia de menos de 4% de los votos, fuera de los seis principales contendientes en los que se había concentrado la intensión de voto. Pero hoy, de acuerdo a las encuestas de boca en boca, el apoyo de Castillo ha crecido y es aprticularmente fuerte en zonas pobres del país, afectadas por la pandemia de coronavirus.
En medio de un grupo abarrotado de candidatos, Castillo aprovechó la ira pública que se ha encendido en Perú durante el último año. Temas como el desplome de la economía y restricciones de movilidad que no evitaron la propagación de COVID-19 formaron parte de su plataforma.
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Si gana la segunda vuelta electoral en Perú, la sorpresa podría dar una sacudida a los inversionistas en el país que, aunque durante mucho tiempo ha sido políticamente turbulento, es uno de los mercados más firmes y confiables de la región, atrayendo flujos de entrada a sus bonos y a su moneda.