Más de un millón de fieles católicos celebran en todo el mundo el Miércoles de Ceniza en pandemia de Covid-19 de manera diferente, algunas iglesias entregaron bolsitas con la ceniza, otros decidieron colocarla en la cabeza, en lugar de la frente y otros la colocan de manera normal pero bajo estrictas medidas de sanidad.
El mes pasado, el Vaticano emitió pautas para el Miércoles de Ceniza en la era del Covi-19. Dijo que los sacerdotes deberían esparcir cenizas en la cabeza en lugar de frotarlas en la frente y recitar con mascarilla el tradicional “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás” por única vez ante todos y no para cada congregante.
El mismo Papa, sin embargo, no aplicó totalmente las nuevas reglas, arrojando generosamente cenizas sobre la coronilla de las cabezas de algunos cardenales y palmeándolas.
En la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México
la ceniza es colocada en la cabeza y en el templo se ha limitado el acceso y en las bancas se colocaron marcas para que no haya más de dos personas en cada una.
Desde este lunes, la Ciudad de México ya está en semáforo epidemiológico naranja con lo que se permitió la apertura de las iglesias y templos y estableció las medidas que se debían de tomar, como el 30 por ciento de aforo.
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El rociado de cenizas ha sido una costumbre en partes de Europa y América Latina, mientras que el frotamiento en la frente es predominante en Estados Unidos.
En su sermón, el Papa dijo que la Cuaresma debería ser una oportunidad para dejar atrás “la falsa seguridad del dinero y las comodidades (...) que persiguen cosas que están aquí hoy y mañana se van” y regresar a Dios.
Cuando se anunciaron las pautas modificadas, algunos católicos se quejaron, diciendo que mantener cenizas en la frente todo el día era una forma de mostrarles a los demás que eras cristiano.
Otros tomaron a la ligera los cambios. “Tengo suficientes canas. Esto (rociar las cenizas) no ayuda”, tuiteó una mujer.
Durante la Cuaresma, que finaliza con la Pascua, los cristianos están llamados a ayunar, practicar más buenas obras, dar limosna, estar cerca de los necesitados y los que sufren y renunciar a algo, como los dulces.