Los presidentes no tienen una sola audiencia, tienen muchas. Además, ellos escogen a quién le hablan, sobre qué les hablan y con qué fin.
Esto merece aparecer hasta arriba, en esta columna, porque usted se tiene que preguntar si el presidente de México culpó de la violencia que tiene sumida a Sinaloa en un infierno, para decirle a los mexicanos que Estados Unidos es el culpable, o si lo hizo para decirles a esos mismos mexicanos, que ese infierno no es ni culpa suya ni de su gobierno.
Hay que preguntar también, si el presidente, después de gobernar seis años, tiene la conciencia tranquila y piensa que termina su periodo presidencial dejando a su país en la paz y la prosperidad, y que esas bendiciones se han regado durante seis años a granel por todo el territorio nacional.
Pregúntese usted, ¿cuánta gente en México se creerá esta historia, de que Estados Unidos es un maloso que ahora al final de este sexenio está creando inestabilidad y crisis en tierras de su vecino del sur, para hacer ver mal a un presidente que ya terminó su mandato?
Mucha gente en México cree que hay una total complicidad de las autoridades estadounidenses con los narcos del mundo entero. Esto es válido porque hay que aclarar que la mayoría de las drogas entran por México, pero hay otros sitios que igual las envían desde otras tierras.
En las redes sociales lo que más me increpan los mexicanos cuando tratamos este tema es ¿por qué nunca ven en las noticias que ya cayeron los cabecillas del cártel de Kentucky, o que “El Chapo Smith” o “El Mayo Stephens” fueron capturados en una operación de la DEA? O que la guerra entre los cárteles de Nueva York y los de Texas tienen sumidas en una batalla diaria y sangrienta a Carolina del Norte y a Carolina del Sur. ¿Por qué los cárteles gringos quieren salida libre al mar?
No, no se ría. Mucha gente quisiera ver eso en las noticias. Y tienen razón al sentir enorme frustración cuando sólo se habla de los cárteles y los narcos mexicanos. Otra vez, su frustración es clara cuando se considera que decenas de miles de personas en México han muerto a causa de la violencia relacionada con las drogas.
Lo que esos mexicanos no saben es que la prensa mexicana no reproduce las operaciones antidroga en Estados Unidos.
Tampoco saben que el 80% de las cárceles estadounidenses están llenas de narcos de todos los orígenes y nacionalidades, incluidos los estadounidenses, y también parecen ignorar que las operaciones de distribución más extensas en este lado de la frontera son de los cárteles mexicanos.
Estas organizaciones criminales mexicanas tienen ya décadas metidas en Estados Unidos, y en ese tiempo han reemplazado a la ‘Tira China’ y a los mafiosos que antes reinaban en el mercado de Estados Unidos. Todo esto es fácilmente verificable revisando las estadísticas sobre crimen que empezaron a publicarse y a hacerse más creíbles en el 2007.
¿Quién o quiénes tienen la culpa?
Una cosa está más clara que el agua: la insaciable demanda de drogas ilegales de los consumidores estadounidenses es la culpable de esta maldita plaga.
Pero también se debe argüir que, ya por varias décadas, los gobiernos de México son y han sido ineficaces para controlar el comercio de los cárteles debido a la rampante corrupción en las fuerzas del orden en el país.
Sólo piense, ni Hollywood hubiera sido capaz de crear a un personaje tan repugnante como el traidor, Genaro García Luna .
La guerra a las drogas de Richard Nixon
Pero hay algo más que merece ser reconocido, esa “guerra” declarada en Estados Unidos desde 1972 ha sido no sólo ineficaz, sino incluso contraproducente.
Los estadounidenses reconocen que tienen mucha culpa del mercado y el consumo ilegal de las drogas. Lo que no aceptan es que la guerra interna de los cárteles dentro de México sea culpa suya.
Si de culpas se trata
Los gobiernos del PRI en los 80’s y 90’s encontraron que culpar al tráfico ilegal de armas de fuego estadounidenses era la respuesta ideal para rechazar las acusaciones de que México se estaba “colombianizando”. Así nunca se llegó a un acuerdo de qué había sido primero, si el narcotráfico había creado el tráfico ilegal de armas de fuego estadounidenses, o si la facilidad para obtener esas armas había ayudado a crear al narcotráfico mexicano.
Por eso, treinta años después, hoy en medio de este intercambio de culpas, vale la pena preguntar:
- ¿Debería Estados Unidos reexaminar la idea misma de despenalizar a todas las drogas?
- ¿Debería el gobierno de México asumir plena responsabilidad por lo que sucede dentro de sus propias fronteras?
Ya que estamos haciendo examen de conciencia, valdría la pena preguntar: ¿quién tiene la culpa que desde mayo de este 2024, según estimaciones del gobierno de Estados Unidos, los cárteles mexicanos controlen aproximadamente un tercio de los dos millones de kilómetros cuadrados que forman el territorio de la República Mexicana?
Piense también, un tercio son más de 600 mil kilómetros cuadrados.
Esa fue la principal razón para que el embajador Ken Salazar rechazara las acusaciones del presidente de México de que Estados Unidos es en parte responsable del aumento de la guerra entre cárteles en el norte de Sinaloa.
Salazar, en una conferencia de prensa en Chihuahua, dijo que “lo que se está viviendo en Sinaloa no es culpa de Estados Unidos”.
Este parece ser el último golpe a las relaciones bilaterales entre los dos aliados regionales, que según el mismo embajador Salazar “iban tan bien”.
No sabemos si el embajador, que en Washington fue acusado frecuentemente de pasar más tiempo de visita en Palacio Nacional que en sus oficinas de la embajada en Ciudad de México, y de tomar el lado de México por el de Estados Unidos, esté arrepentido de ‘haberse acercado tanto’.
Lo que es obvio es que hoy el tono ya cambió: “La realidad es que hay un problema de inseguridad y violencia” en todo México, afirmó Salazar.
Otro culpable, la madre naturaleza
Debido a su ubicación, México ha sido utilizado durante mucho tiempo como punto de parada y transbordo de narcóticos y contrabando entre América Latina y Estados Unidos.
Muchos ya olvidaron o nunca han sabido que los contrabandistas mexicanos suministraron alcohol a los gánsteres estadounidenses durante la “Prohibición” en los Estados Unidos en los años 1920 y 1930.
También hay que decir, que el inicio del tráfico ilegal de drogas con los Estados Unidos comenzó cuando la prohibición llegó a su fin en 1933. Hacia fines de la década de 1960, los mexicanos comenzaron a contrabandear drogas a mayor escala.
En las décadas de 1960 y 1970, México formó parte tanto de la Operación Interceptación, como de la Operación Cóndor, desarrollada entre 1975 y 1978. Ambas fueron creadas con el pretexto de luchar contra el cultivo de opio y marihuana en el “Triángulo de Oro”, particularmente en Sinaloa.
Por eso, cuando al final de los años 1970 y principios de los 1980, en Medellín, Colombia, Pablo Escobar Gaviria se convirtió en el principal exportador de cocaína, lo primero que hizo fue asociarse para la distribución de su mercancía con las redes criminales organizadas en todo el mundo.
Fue entonces que surgió el Cártel de Guadalajara de Miguel Ángel Félix Gallardo. Ese se convirtió pronto en el principal apoyo para que la cocaína de Colombia tuviera un punto de escala y almacenaje seguro en su camino al sur de Florida y el Caribe.
A pesar de las advertencias, México se “colombianizó". Los narcos colombianos formaron asociaciones con los traficantes con base en México, para transportar cocaína por tierra a través de todo el territorio mexicano hacia los Estados Unidos.
Nacen los narcos mexicanos
Esto ocurrió fácilmente porque México había sido durante mucho tiempo una fuente importante de heroína y cannabis, y los narcotraficantes de México ya habían establecido una infraestructura lista para servir a los traficantes con base en Colombia .
A mediados de la década de 1980, las organizaciones de México eran transportistas confiables y bien establecidos de cocaína colombiana. Al principio, a las pandillas mexicanas, por sus servicios se les pagaba en efectivo. Pero a fines de la década de 1980, las organizaciones de transporte mexicanas y los narcotraficantes colombianos llegaron a un acuerdo de pago en especie. No había ya intercambio de cash, había pagos con cocaína para que los mexicanos la comercializaran, como mejor les conviniera.
La comisión que los mexicanos cobraban fue subiendo. Primero de hasta el 35%, después hasta el 50%. Muchos protestaron porque vieron que eso convertiría a México no sólo en un punto de distribución y tráfico, sino en un país de consumo. De ese consumo nadie en México habla tampoco.
Los narcos mexicanos, con la distribución y el transporte de cocaína, se convirtieron en traficantes por derecho propio. Los cárteles mexicanos se hicieron cargo ya del tráfico de cocaína desde Colombia hacia los mercados mundiales.
En México, hoy abiertamente en mesas redondas en la prensa, se discute la existencia de lo que pomposamente llaman “el crimen organizado”.
Se discute también en programas en YouTube y en las televisoras y cadenas de radio nacionales, como ese “crimen organizado” controla no sólo el territorio, sino a los funcionarios electos de todos los niveles de gobierno, a las policías y a muchas empresas a través de los sobornos, la corrupción a coerción y la intimidación.
Le apuesto que si usted culpa a Estados Unidos del contenido de este último párrafo, ellos le contestarán también: “No mi amigo, no es culpa nuestra”.