Todo lo chido tiene un impuesto especial. La cerveza, el alcohol, las bebidas saborizadas, los energizantes, el tabaco, algunos alimentos y hasta las gasolinas. ¡Las gasolinas!
Todo porque desde la época del presidente José López Portillo, cuando fallaron las políticas económicas y se vino la primera gran devaluación, fue creado el impuesto especial sobre producción y servicios, el famoso IEPS .
Origen y en qué consiste este impuesto especial
Este impuesto especial, publicado en el Diario Oficial de la Federación el 30 de diciembre de 1980, se impuso con la intención de recaudar más dinero y reducir el consumo de este tipo de productos.
Por ejemplo, en el caso de las bebidas saborizadas (como jugos y refrescos) este padrotazo de los impuestos te impone un pago de 1.39 pesos por litro. Y, vámonos de una vez con los cigarros, porque cuando se trata de cigarrillos y puros, el gobierno te cobra una tasa de 160%; es decir, poco más de 50 centavos por cada 75 gramos de producto. ¡75 GRAMOS!
Y ni hablemos de la cerveza y los pomos que también se encuentran sometidos bajo el influjo del IEPS, pero que, gracias a la benevolencia del Altísimo, varía de acuerdo al porcentaje de alcohol de la botella.
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¿El impuesto especial es una traba innecesaria?
Este impuesto especial es una de las razones por las que muchos de los productos que consumimos están bien pero bien caros. Y es esta misma situación la que nos orilla a comprar opciones más accesibles… y aquí es donde la puerca tuerce el rabo.
Independientemente del impuesto especial agregado, la banda seguirá comprando estos productos, tal y como ha quedado demostrado en los últimos 40 años, desde la implementación del IEPS en la época de JOLOPO.
Los mexas seguiremos comprando chelitas, fumando cigarritos y tomando jugos y refrescos a pesar de las trabas gubernamentales, cof cof, del impuesto especial sobre producción y servicios.
Entonces, si asumimos de una vez por todas que el consumo de estos productos es una realidad y dejamos de lado las políticas que tutelan, obstaculizan y prohíben el consumo, podemos trabajar en soluciones efectivas e integrales.
¡Abajo el gobierno de la amargura! ¡El amargobierno debe morir! Gritó este humilde escritor, en medio de una cantina de la calle Bolívar. ¡Salud!