“Al no tener trabajo, mucha gente se dedica a robar y yo no quiero eso”, compartió Juan Velázquez de 53 años de edad y diablero de oficio.
Él sale antes de que amanezca, debe estar en camino a la central a las cuatro de la mañana para que el tiempo le alcance para conseguir el sustento de su esposa y tres hijos, al menos para las tortillas.
Ahora, luego de que se ha decretado la emergencia sanitaria ante la pandemia de COVID-19, las fuentes de su sustento, los mercados de La Merced, Tepito o Sonora, lucen vacíos, unos pocos “marchantes” entre sus otrora bulliciosos pasillos.
“Uno camina mucho por allá y no hay trabajo, nosotros a veces juntamos cartón y lo que nos den aunque sea unos centavos para las tortillas, los camiones foráneos ya no llegan a descargar sus productos, ya no tenemos para sacar el sustento.
“Tengo conocidos y pido prestados que 100 o 50 pesos y así me la voy pasando, aunque sea para las tortillas, aunque también pagamos renta y sólo les digo que me esperen mientras nos recuperamos y pues ellos entienden que en qué estamos pasando, hoy metimos solicitud (de apoyo del gobierno) y no nos han hablado”.
Con parquedad, “porque está rudo el asunto”, compartió que antes de la llegada del “bicho” y las medidas de salud había días que le costaba juntar los 100 o 150 diarios, y hoy, rayando las cuatro de la tarde, no lleva ni lo de las tortillas.
Sobre si cree o no en el COVID-19 y lo que implica, Juan Velázquez dijo que le tiene miedo, pero le teme más a morirse de hambre o verse orillado a delinquir; “uno como quiera aguanta ¿pero mis chamacos?”, subraya.
“Yo no creo en el COVID-19, nosotros tenemos miedo a morir de hambre, porque si no hay trabajo y no hay dinero nos morimos de hambre, porque muchas veces no hay trabajo y otros se dedican a robar y nosotros no queremos eso, queremos un trabajo digno y apoyo limpio”, compartió el oriundo de Puebla.
Por esto, pide al presidente López Obrador que los apoye, que canalice algún tipo de apoyo a los más de cuatro mil diableros a quienes desde hace ya casi un mes el sudor de su frente apenas les alcanza para comprar las tortillas.
