¡Pero si hay que ser… de verdad!

El pasado mes de julio, el dueño de los Jets expresó su opinión con respecto a la población afroamericana cuestionando por que la comunidad de color celebraba el “Black History Month”

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Pittsburgh Steelers v New York Jets
Pittsburgh Steelers v New York Jets
Pittsburgh Steelers v New York Jets

Por Eduardo Ruiz

Tuve una regresión a la aulas, en estos momentos que está en boga el tema en nuestro país, después de leer un fragmento de las declaraciones de Woody Johnson, dueño de los Jets de Nueva York que funge como embajador de los Estados Unidos en Reino Unido desde agosto del 2017 durante la gestión de Donald Trump.

Independientemente de las posturas y visión de la política que tengamos de nuestro vecino del norte, me hizo reflexionar a lo largo del día y por eso escribo de este tema. Partiendo que no es la primera ocasión en que un dueño de alguna organización de la NFL es embajador fuera de las fronteras de los Estados Unidos (había ocurrido con el dueño de Steelers Dan Rooney durante la presidencia de Barack Obama) se convierte o es el vehículo de representación de un país.

¿Cuáles fueron las declaraciones?

El pasado mes de julio, el dueño de los Jets expresó su opinión con respecto a la población afroamericana cuestionando por que la comunidad de color celebraba el “Black History Month”, además de que remató que prefería trabajar con mujeres porque cobraban menos que un hombre y trabajaban más.

Esto no es un chisme sino que escalaron las declaraciones hasta el departamento de estado, al punto que el mismo Woody Johnson a través de su defensa declaraba : “ si ofendí a alguien - sin intención - en el desarrollo de mis obligaciones, lo lamento profundamente, pero no acepto que haya tratado a los trabajadores sin respeto o discriminarlos de ninguna manera. Mi objetivo es liderear a mí talentoso grupo en el Reino Unido para ejecutar las políticas del presidente haciéndolo mediante el respeto a nuestras diferencias, con cero tolerancia a la discriminación de ningún tipo”.

Pasado el punto de qué tipo tan bruto (por decir lo menos) me da pie y por eso mi regresión como les decía al inicio de mi paso por las aulas. Fuera de ser una desatinada declaración, indefendible y que muestra lo reducido de su visón del mundo, me hace recordar esas clases de filosofía donde tratamos moralidad y ética. Lo primero que vino a mi mente fue la antropología de la dominación de Salazar Bondy que trata acerca de la dominación y liberación, la consideración sobre la cultura y sobre todo la filosofía de la dominación.

Fuera de evaluar su declaración como buena o mala (que lo único que refleja - reiteró - es una estrecha o reducida forma simplista de ver al mundo) me ocupa más los límites éticos de “su verdad”. Dejando en claro que bajo ninguna circunstancia comparto el punto de vista y que la única forma fáctica de evaluar el trabajo de alguien es: funciona o no funciona para la organización, trabajo, lo que quiero, etc; sin importar género.

Lo que me lleva al segundo punto que son los límites éticos de hasta dónde tomar esa declaración de la persona y no como un proxy de la representación de todo un país, que es la función de un embajador. Primero y antes que nada cada persona cuando emite una idea, en teoría tiene una carga de verdad y solo cambia la forma en la que la externa y los límites éticos son el vehículo que nos ayudan a transitar por el camino de la “verdad”, una verdad exclusiva para el individuo y que no tiene nada que ver con lo que realmente pasa.

El punto final y después de aventarme todo el choro es que su opinión está arraigada en su psique y aunque intente modificarla está programado de esa forma. Lo que debemos erradicar es esa forma de pensar diferenciando el valor de una persona por su género, color, ideología, afiliación política; alienar a una persona por no ver el mundo como nosotros no es más que el reflejo de lo mucho que nos falta por aprender.

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