Ciudad de México.- Casualidad o destino, así podríamos resumir el épico título del América sobre el Cruz Azul de hace ya siete años.
Los americanistas siguen restregándoselo en la cara a los azules, los celestes continúan humillados. Pasaron cosas muy extrañas en ese juego, inverosímiles; situaciones raras e inexplicables, dignas de una maldición, de futbolistas realmente incompetentes o de la mala suerte. Esa noche en el Azteca, el Cruz Azul no solo colaboró para entregarle el trofeo a las águilas, también le regaló más prestigio y valor a su gran rival.
Si le damos una repasada al partido, la máquina aprovechó a la perfección la expulsión de Jesús Molina a los 14 minutos para marcar el 1-0, gran contragolpe que culminó Teófilo Gutiérrez, al minuto 20 y adelantarse en el global 2-0, estaba hecha la fiesta cementera. Luego, Raúl Jiménez recibió un balón de Benítez que lo puso frente al portero y no supo definir, lo que permitió la salvada de Jesús Corona al minuto 40; literal Cruz Azul traía la pata de conejo.
Todo comenzó a torcerse al minuto 61 con el remate de Barrera en mano a mano con Muñoz. El colmo fue a los 72 minutos cuando Teo Gutiérrez falló con la portaría vacía después de una descolgada del Chaco Giménez. Dos jugadas que eran gol y nada, ya el “santo de cabeza”.
América con Aquivaldo Mosquera y faltando dos minutos del final, aprovechó un balón que la defensa no supo rechazar en el área, increíble; el fantasma celeste comenzaba a rondar. Al minuto 92 y medio, a segundos de terminar el partido y celebrar el título azul, llegó el remate de Muñoz que Corona iba a atajar pero Alejandro Castro desvió y adentro, patético, mala fortuna, maldición, brujería. Ya con el ánimo en contra, los nervios al cien y el miedo al América a su máxima expresión, la máquina perdería el campeonato en penaltis. Vaya desastre y revés a la institución y aficionados. Festejo amarillo, dolor y lágrimas de cemento.
Con información de: @elmagazo