La Copa Mundial de la FIFA 2026 promete ser histórica para Estados Unidos, México y Canadá, pero también podría convertirse en un dolor de cabeza para la FIFA. La razón: el veto migratorio estadounidense, parte de la orden ejecutiva del 4 de junio, mantiene prohibida la entrada a ciudadanos de 12 países, entre ellos Haití e Irán, selecciones clasificadas al torneo.
Aunque el decreto permite la entrada de jugadores, entrenadores y personal esencial, no incluye excepciones para aficionados. Y ahí comienza la crisis.
Haití e Irán jugarán en Estados Unidos pero sin garantías para sus aficionados
El calendario oficial coloca todos los partidos de Haití e Irán en territorio estadounidense. El problema: sus ciudadanos no pueden ingresar al país bajo la política de veto vigente.
Haití debutará en el Gillette Stadium frente a Escocia, luego enfrentará a Brasil en Philadelphia y cerrará ante Marruecos en Atlanta. Irán, por su parte, jugará en Los Ángeles contra Nueva Zelanda y Bélgica, y terminará la fase de grupos en Seattle ante Egipto.
Es un escenario insólito: selecciones clasificadas a la Copa Mundial de la FIFA 2026 sin saber si podrán contar con el apoyo de su gente. Ni FIFA ni la administración estadounidense han aclarado si se abrirá un mecanismo especial para permitir el ingreso de aficionados. Las federaciones tampoco han recibido lineamientos sobre logística o permisos temporales.
Críticas globales a la FIFA y presión por defender la universalidad del fútbol
La situación ha generado críticas internacionales. Amnistía Internacional advirtió que el veto “amenaza el carácter inclusivo del torneo”. Organismos de derechos humanos reclaman que la FIFA debe responder, especialmente porque el Mundial se promociona como un evento de unión global.
Para la comunidad haitiana, iraní y migrante en general, el dilema resuena con fuerza: ¿Cómo celebrar la Copa Mundial de la FIFA si miles de aficionados no podrán acompañar a sus selecciones?
Mientras tanto, FIFA guarda silencio y el tiempo corre. Con el torneo acercándose, la organización se enfrenta a un problema que no puede ignorar: la universalidad del fútbol está en juego en la edición más grande de la historia.
