En las faldas del Cerro del Tehutli, al sur de la Ciudad de México, se han llenado los campos de alegría, “a pesar de que los colores varían, la semilla sigue siendo la misma, no hay amaranto así de colores”, refiere Julio César Rojas, un productor de este tradicional alimento.
Es el poblado de Santiago Tulyehualco, en Xochimilco, donde se estima que el 70% de sus habitantes se dedican a la producción, transformación y comercialización de lo que consideran el “oro amarillo": el amaranto.
Julio César Rojas explica: “En esta temporada son los mejores, las fechas para venir a conocer cómo es el amaranto, los mejores colores, de aquí a diciembre que ya está completamente seca la planta”.
Después de 6 meses, sus espigas alcanzan los 2 metros para la cosecha.
Amaranto, patrimonio gastronómico
El amaranto es patrimonio gastronómico intangible de la Ciudad de México, y el sustento económico de toda una comunidad. “Es una tradición y una manera de vivir que viene de generación en generación”, recuerda Julio César Rojas.
Al igual que Julio, Julieta Mendoza pertenece a la cuarta generación de una familia amarantera. Ella y su equipo de trabajo convierten el “oro amarillo” en blanco. “Se trae del campo, se revienta y ya comienza la elaboración a todos los productos, como son la típica alegría”, comenta.
Los productos de amaranto se han diversificado: hay palanquetas de menta, fresa y chocolate. También amaranto para hacer hamburguesas, malteadas, pulque y hasta atole.
El amaranto es un alimento altamente nutritivo, contiene más proteína que el maíz y el arroz, y 80% más que el trigo. Por eso se han abierto nuevos mercados, Julieta Mendoza señala: “Nosotros ya estamos exportando a varios lugares del mundo, como es Rusia y Estados Unidos”.
El amaranto incluso está considerado entre los 50 alimentos del futuro, clasificados así por el Fondo Mundial por la Naturaleza. Por eso, es la alegría del pueblo.
