En México, la violencia no es un hecho aislado, sino una crisis profunda que ya supera las zonas de guerra tradicionales. Gustavo Hernández, padre desesperado, enfrentó a la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, para exigir respuestas por la desaparición de su hijo Abraham Zeidy Hernández del Razo, ocurrido en Escobedo, Nuevo León, en abril de 2024. Su súplica, “Aunque sea un huesito, aunque sea un huesito para tenerlo y saber que está ahí", se volvió viral y refleja la dolorosa realidad de miles de familias mexicanas.
Desde 2006, más de 115 mil personas han desaparecido en México y tan solo en 2024 se reportaron más de 4 mil nuevas desapariciones. Gustavo es solo un ejemplo de los miles que buscan a sus seres queridos en un silencio oficial que parece interminable.
Esta crisis es solo un aspecto del problema mayor: en 2024 se registraron más de 33 mil homicidios, un promedio de 91 asesinatos diarios, cifras que superan las de países en conflicto armado como Ucrania o Siria.
México sangra: violencia letal y desplazamiento masivo
La violencia se ha intensificado no solo en asesinatos, sino también en extorsiones, con más de 10 mil casos denunciados en 2024, aunque el número real es probablemente mucho mayor. Los cárteles controlan regiones enteras, obligan a negocios a pagar cuotas de protección y han desplazado a más de 25 mil personas solo el año 2024. A pesar de la presencia de miles de soldados en el territorio nacional, el gobierno mexicano parece incapaz de frenar esta escalada.
Los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación (CJNG) operan con total impunidad, superando en armas a policías locales y protagonizando enfrentamientos hasta con las fuerzas militares. En Sinaloa, los homicidios aumentaron en un 243% en 2024 debido a disputas internas entre cárteles. Esta violencia no es normal ni aceptable; es una guerra interna que México enfrenta, un conflicto que el mundo ha tendido a normalizar.
Un llamado urgente para salvar a México de la crisis
Las cifras y testimonios revelan un país que sangra por dentro, un país en guerra contra sí mismo, contra la corrupción y la impunidad.
La comunidad internacional y las autoridades mexicanas deben reconocer esta realidad no como simples delitos, sino como una crisis de seguridad que requiere respuestas urgentes y efectivas. La historia de Gustavo Hernández y la desaparición de Abraham es el grito de miles de mexicanos que no pueden esperar más. México necesita atención, acciones concretas y esperanza para sus familias.