Muy pocas similitudes tienen México y Suecia en cuestiones demográficas. Suecia es una reducida población de menos de 10 millones de habitantes, en comparación con los casi 130 millones de mexicanos. El país escandinavo profesa en su mayoría el luteranismo.
Cuentan con un índice de desarrollo humano envidiable. Y la esperanza de vida ronda entre los 79 y 83 años de edad. Nuestra nación en cambio es católica, con grandes retos en materia de desarrollo humano y con graves problemas en materia de corrupción y pobreza.
Sin embargo, hay algo que históricamente nos ha unido: la coincidencia en la creación del Consejo de Derechos Humanos y los esfuerzos sueco-mexicanos en temas ambientales, particularmente en materia de cambio climático. Hay coincidencias en lo que tiene que ver con un bien común.
Un bien internacional. La defensa de los derechos humanos, y la tarea incansable por una estabilidad política internacional y el interés por proteger el ecosistema.
En unas horas, algo más nos unirá: el Mundial de Rusia que enfrentará competitivamente a dos naciones apasionadas a un deporte y al objetivo de consolidar un triunfo.
Si la Selección Azteca suma en su duelo ante Suecia, ya sea empate o victoria, estará sellando su pase a los octavos de final y el primer lugar de grupo; lo mejor que nos podría pasar Si la Selección Azteca pierde ante Suecia por un gol y Alemania derrota a Corea del Sur por la misma diferencia, los tres equipos terminarían la fase de grupos con 6 unidades, diferencia de goles en +1, y tres goles anotados; es decir, el primer y segundo lugar de grupo se definirían con base en los goles anotados en los partidos de grupo.
Miles de mexicanos compartirán porras, risas y lágrimas en un mismo estadio. Pero gane quien gane, es imprescindible recordar que después del partido, casi 2 mil suecos continuarán viviendo en México, y otros cientos de compatriotas seguirán compartiendo nuestra cultura y experiencias en Suecia. ¡Juego limpio y sin rencores!
