Para la fanaticada latina en Estados Unidos que creció viendo la Liga BBVA MX en los 2000, los nombres de Aldo De Nigris, Matías "El Toro" Vuoso o Máximo Reyes traen recuerdos inmediatos. Son ecos de Clásicos Regios, de goles agónicos con Santos o América, y de la garra en la cancha que tanto nos gusta.
Hoy, esos mismos apellidos vuelven a defender la camiseta verde de la Selección Mexicana, pero con nuevos rostros. La Selección Azteca que compite en el Mundial Sub-17 de Qatar es, literalmente, la nueva generación.
Herederos goleadores en la Selección Mexicana Sub-17
Cuatro de los jóvenes que buscan poner el nombre de México en alto son herederos directos de ese talento que vimos brillar. La ironía del destino es que los hijos de dos delanteros recordados por su poderío, Aldo de Nigris y Lucca Vuoso, ahora forman la delantera.
Aldo de Nigris Jr., pulido en la cantera de Rayados, ya se hizo presente en el marcador en la primera jornada en la que México cayó ante Corea del Sur con gol anotado por De Nigris . Junto a él, Lucca Vuoso, quien, al igual que su padre, tuvo la opción de jugar por Argentina, pero eligió a México, busca abrirse paso. A ellos se suman Joaquín Reyes (hijo de Máximo Reyes) y el arquero Abdon Turrubiates (hijo del ex portero Emmanuel Turrubiates).
Pero cargar con un apellido famoso en el mundo del futbol no es un camino de rosas. Es una bendición y, a la vez, una sombra que pesa en la espalda.
El propio Matías Vuoso lo dijo recientemente: la presión es brutal. "Lo van a comparar toda la vida", admitió el "Toro" sobre su hijo Lucca. "Al final sí es feo que te estén comparando todo el tiempo".
Estos jóvenes no solo juegan contra el rival en la cancha; juegan contra las expectativas, contra el fantasma del éxito de sus padres. Cada gol, cada parada y cada error será inevitablemente medido con la vara del pasado.
Lo que estamos presenciando en Qatar es más que un simple torneo juvenil. Es el inicio de la lucha de estos jóvenes por forjar su propia identidad. Quieren dejar de ser "el hijo de" para convertirse en Aldo, Lucca, Joaquín y Abdon.
Y esta tendencia no se limita a la Sub-17. En otras categorías juveniles, la "sangre nueva" con raíces conocidas sigue fluyendo. Nombres como Tahiel Jiménez (hijo de Walter "El Lorito" Jiménez) y Obed Vargas (nacido en Alaska, hijo de un ex jugador de Morelia, quien eligió a El Tri sobre Estados Unidos) demuestran que las dinastías están asegurando el futuro del futbol mexicano.
El reto es doble: honrar el legado y, al mismo tiempo, superarlo. Por ahora, estos jóvenes tienen la oportunidad de oro para demostrar que el talento, efectivamente, se lleva en la sangre, pero que la gloria se gana con su propio sudor.
