Don Pedro se encomienda a San Jerónimo, protector de los traductores, para que le ayude en su labor. Sin embargo, vive frustrado porque sus vecinos son muy ruidosos. Don Pedro es muy solitario, no tiene familia ni amigos, y vive amargado. Una de sus vecinas tiene una fuerte discusión con el padre de su hija y la vida de Don Pedro dará un giro inesperado.