A lo largo de su mandato, el expresidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) afirmó en repetidas ocasiones haber “cortado de tajo con la corrupción en el poder ejecutivo”. Este discurso fue la bandera de su gobierno, la autodenominada Cuarta Transformación, y se mantuvo hasta su último informe. Sin embargo, un análisis detallado de los hechos y las denuncias revela una realidad muy diferente, sugiriendo que este sexenio podría ser recordado no por su austeridad, sino por un nivel de corrupción sin precedentes.
El caso Segalmex: Un desvío millonario e impunidad
El escándalo de Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex) se ha convertido en el símbolo de la corrupción en este sexenio. Se estima un desvío de más de 15 mil millones de pesos, un monto que supera con creces casos emblemáticos de administraciones anteriores. Expertos como Ricardo Alvarado, de Mexicanos contra la Corrupción, han señalado que en este caso se repitieron viejos vicios: el uso de empresas fantasma, la asignación discrecional de contratos y el nombramiento de personas cercanas al círculo de poder.
Lo más grave, sin embargo, es la respuesta del propio presidente. A pesar de las pruebas, López Obrador defendió al exdirector del organismo, Ignacio Ovalle, afirmando: “No lo considero una persona corrupta... lo traicionaron”. Esta defensa ha sido interpretada como una muestra de impunidad y una contradicción directa con el lema anticorrupción del gobierno.
Opacidad en las obras emblemáticas y lazos familiares
La falta de transparencia es el común denominador en las megaobras de la administración: el Tren Maya, la Refinería de Dos Bocas y el AIFA. A pesar de ser presentadas como proyectos de desarrollo nacional, su ejecución ha estado plagada de opacidad, lo que, según Ricardo Alvarado, ha facilitado los desvíos de recursos a través de contratos con empresas fantasma y vínculos con la familia presidencial y empresarios cercanos. Esta situación desmiente la idea de que la corrupción se había erradicado.
Programas sociales y el “Huachicol fiscal”: La cereza del pastel
Los problemas de corrupción no se limitaron a las grandes obras. Programas sociales como “Jóvenes Construyendo el Futuro”, “Sembrando Vida” y “Becas Benito Juárez” también han sido señalados por el mal manejo de recursos públicos.
Sin embargo, el caso más alarmante es el llamado “huachicol fiscal”, un delito que, según estimaciones, representa pérdidas de 17 mil millones de pesos al año y que, de acuerdo con los señalamientos, involucra a militares de alto nivel. Ricardo Alvarado lo describe como el “escándalo de corrupción más grande de la historia reciente de México”. Este esquema de robo supera los montos de la Estafa Maestra de Peña Nieto y el propio caso Segalmex.
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Paradójicamente, el propio AMLO dijo en 2019 que “todos los negocios jugosos que se hacen en el país... llevan el visto bueno del Presidente de la República o es cómplice o se hace de la vista gorda, pero no es que no sepa”. Esta declaración, hoy, cobra un nuevo y sombrío significado. La herencia de este sexenio parece ser un panorama donde la corrupción no solo sobrevivió, sino que se fortaleció, disfrazada bajo un discurso de austeridad y cambio.