En cada ladrido, en cada salto y en cada mirada de un perro rescatista late una promesa: la vida puede ser encontrada incluso entre los escombros.

Esa es la misión que mueve a la Unidad de Búsqueda y Rescate Canino, un grupo que nació de la solidaridad en 2017 y que desde entonces ha trabajado en silencio, preparándose para el momento en que alguien necesite ser salvado.

Su historia se entrelaza con la memoria colectiva de México. Tras los terremotos, quedó claro que hacía falta estar más organizados, más listos, más unidos. De esa necesidad nació esta unidad, integrada por hombres, mujeres y perros que no buscan fama ni reconocimiento, sino simplemente tender la mano en medio de la tragedia.

Entre ellos está Benbo, un labrador enérgico y noble que entrena cada día sin saber que, en realidad, se prepara para convertirse en héroe. Para él, todo es un juego: buscar, saltar, encontrar y recibir su recompensa. Pero para quienes confían en su olfato y en su valentía, Benbo significa esperanza.

¿Cómo nació la Unidad de Búsqueda y Rescate Canino?

Sergio López, mejor conocido como Apolo, es el instructor y uno de los fundadores de esta unidad. Él recuerda que fue en 2017 cuando decidieron organizarse.

“Se vieron las necesidades y vimos las necesidades como mexicanos de poder ayudar al país. ¿Y de qué forma? Pues teniendo una unidad, formando una unidad entre voluntarios”, explica.

Ese espíritu es el que sostiene el proyecto: todos son voluntarios, desde el personal humano hasta quienes se encargan de la capacitación de los caninos. Nadie recibe un pago por ello. Lo que los mueve es la certeza de que en algún lugar, en algún momento, alguien los va a necesitar.

Actualmente, la unidad cuenta con 15 binomios (perro y manejador) y 17 elementos en total. No todos trabajan directamente con perros, pero cada uno cumple una función dentro de un operativo. En conjunto, forman una estructura lista para responder en emergencias.

Benbo: El labrador y héroe que juega a buscar

El trabajo con los perros es exigente, pero también muy especial. Apolo explica que no se trata de obligarlos, sino de despertar en ellos la motivación.

“El perro no sale a trabajar, el perro no sabe que va a trabajar, el perro sabe que va a salir a buscar y a jugar”, detalla.

A través de un sistema de premios, Benbo entiende que cada búsqueda es un reto divertido. Salta obstáculos, recorre espacios estrechos, ignora ruidos y sigue un rastro hasta encontrar lo que le piden.

Cuando lo logra, recibe su recompensa: una pelota, un juguete, un momento de alegría. Ese simple acto es lo que lo impulsa a repetir la tarea una y otra vez.

Benbo y Fauno, un malinois que también entrena bajo el manejo de Apolo, son parte del futuro de esta unidad. Poco a poco, con cada simulacro y cada salida a escenarios reales, acumulan experiencia.

Aunque no siempre participan en operativos completos, los llevan para que se acostumbren a las condiciones: sirenas de ambulancias, ruidos fuertes, polvo, gente corriendo. Todo eso forma parte de su preparación silenciosa.

El vínculo entre binomio de rescate y guía: Así es el día a día

En esta labor, la relación entre perro y humano es fundamental. Ese lazo se construye día a día, no solo en el entrenamiento, sino también en la convivencia.

En la base, algunos perros pasan largas temporadas con los instructores, conviven, juegan y descansan como cualquier mascota. Otros viven en casa de sus manejadores, donde llevan una vida normal: salen al parque, pasean en la calle, acompañan a la tienda. Esa normalidad refuerza el vínculo, lo hace más fuerte.

Gracias a esa confianza mutua, cuando llega el momento de entrar a una estructura colapsada, el perro no duda. Confía en su humano y en lo que le pide, porque para él todo sigue siendo un juego.

Prepararse para lo inesperado: Así “entra” un binomio a una zona de rescate

El entrenamiento no se limita a un patio o a una pista. La unidad busca escenarios diversos: terrenos baldíos, edificios en demolición, simulacros en espacios con ruido y obstáculos. La idea es que los perros desarrollen la capacidad de adaptarse a lo inesperado.

En un operativo real, no llevan nada que los pueda estorbar.

“El perro no tiene que llevar nada que le impida su trabajo. Un collar se puede atorar, una pechera se puede atorar, entonces en vez de ir a buscar va a tener que ser rescatado porque está atorado”, detalla el instructor.

En esas condiciones, cada decisión cuenta. Y aunque el riesgo es real, tanto para los manejadores como para los caninos, el compromiso es más fuerte.

¿México está listo para un sismo? La lección que dejó el 19S de 1985

A casi cuatro décadas del sismo de 1985 y con el recuerdo aún fresco del 2017, México está más preparado, aunque todavía enfrenta retos. “Ya estamos más concientizados, ya sabemos qué es una alarma sísmica, qué tengo que hacer en un terremoto o en un temblor”, reflexiona Apolo.

La labor de la unidad es parte de esa conciencia colectiva. Su sola existencia es un recordatorio de que, ante la tragedia, la solidaridad florece.

Y ahí está Benbo, entrenando cada día en silencio. Para él, es un juego. Para nosotros, es la esperanza de que, cuando todo parezca perdido, todavía puede escucharse un ladrido entre los escombros, anunciando que alguien más tendrá una segunda oportunidad.