Ni se te ocurra comer estos alimentos si tienes hígado graso: podrían ser nocivos

Si te diagnosticaron hígado graso, es fundamental prestar atención a tu alimentación. Algunos alimentos comunes pueden agravar esta condición y causar daños mayores al organismo. Especialistas advierten que hay productos que deben evitarse por completo, ya que podrían ser nocivos para la salud hepática.

Aquí no hay sorpresas: el azúcar es de los primeros en salir. Refrescos, jugos procesados, pan dulce, cereales con azúcar, postres y toda esa comida que entra fácil y rápida… pero que no ayuda nada.

Según Mayo Clinic, también hay que decirle que no a las grasas saturadas, como las que vienen en embutidos, carnes rojas, frituras o comida rápida.

Y sí, el alcohol —aunque no sea la causa directa— tampoco ayuda si el hígado ya viene inflamado. Aunque sea “solo una copita”, no es buena idea si ya hay diagnóstico.

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Lo mejor es seguir una alimentación tipo mediterránea. Y no, no es una dieta de moda: realmente funciona. Se basa en comer cosas frescas, naturales, con muchas verduras, legumbres, frutas, pescados, nueces y grasas buenas como el aceite de oliva o el aguacate.

Es baja en harinas refinadas, azúcares y procesados. Nada raro, solo comida que nutre de verdad. También es buena idea dejar de picar a cada rato.

Hacer tres comidas bien armadas al día es más que suficiente. Y si llega el hambre entre ellas, un vaso de agua o un té sin azúcar puede calmar sin afectar al hígado.

Bajar un poco de peso ya ayuda muchísimo. Con solo perder el 10 % del peso corporal, el hígado empieza a mejorar.

Hacer ejercicio también suma —no se trata de matarse en el gimnasio, sino de moverse al menos 30 minutos unas cuantas veces por semana. Caminar, bailar, lo que sea, pero moverse.

Otra cosa importante: mantener buenos niveles de vitamina D. Esta se encuentra en alimentos como salmón, atún, queso o yema de huevo, y varios estudios señalan que podría ayudar a reducir el riesgo de complicaciones si ya se tiene hígado graso.

Al final, no se trata de vivir restringida ni de volverse experto en nutrición. Se trata de comer con más conciencia, mover el cuerpo un poco más y hacer las paces con lo que de verdad hace bien.