Por: MNC Montserrat Garralda
Acudir con el nutriólogo es sinónimo de sentir temor de nuestro propio peso y esto es algo erróneamente aprendido ya sea por qué así nos lo enseñaron o así entendimos que debía ser.
Muchos pacientes llegan a consulta con varios problemas extra como lo son: acidez, colitis, problemas para dormir, cansancio extremo, periodos de hipoglucemia, colesterol y/o triglicéridos elevados, etc, un sin fin de posibilidades.
Al momento de iniciar la consulta con un buen nutriólogo, que tenga cédula profesional y se encuentre actualizado, hará una serie de preguntas para conocer más sobre ti, tus hábitos alimentarios, si realizas o no ejercicio, si hay algún problema de adicciones, medicamentos, enfermedades personales o de familiares y todo esto irá haciendo un diagnóstico completamente personalizado, simplemente por el hecho de ser una persona única, irrepetible y valiosa en este mundo.
Después se ponen metas en conjunto y se les entrega un rico y delicioso menú hecho especialmente para ti, pero ahora ¿qué sigue?
Las consultas de seguimiento son para evaluar los cambios positivos, las dificultades que se presentaron y no solamente el peso. Muchas veces redujeron tallas, mejoraron malestares gastrointestinales o se sintieron con mayor energía y al ver un cambio mínimo de peso (o por lo menos no el que esperaban) se desaniman y dejan de asistir a las consultas, dejando a un lado todo lo que ya habían ganado.
Recuerda que un buen nutriólogo se encargará básicamente de los siguientes puntos:
- Escucharte y hacer un diagnóstico correcto, valorando si es necesario interconsulta con algún otro especialista.
- Analizará los datos antropométricos como lo son medidas, peso, etc y los laboratorios clínicos en caso de tenerlos.
- Formulará un plan de alimentación saludable apegándose a tus gustos, economía y necesidades.
- Te explicará las metas por cumplir y mencionará que el PESO no es el único factor que se analiza en consulta.
- Está dispuesto a ayúdarte si presentas algún problema, ya que su vocación es servir.
Cuando nutrimos cuerpo, mente y alma nos mantenemos mejor preparados ante la adversidad.
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