Después de casi seis años marcados por el duelo, la indignación y un juicio que estremeció a las Grandes Ligas, los Angelinos de Los Ángeles llegaron a un acuerdo confidencial con la familia de Tyler Skaggs, el lanzador fallecido en 2019 por una sobredosis fatal durante una gira del equipo en Texas. El pacto se concretó en el último momento, justo cuando el jurado estaba a punto de emitir un veredicto que ya señalaba negligencia del club.
El caso no solo revivió los detalles más dolorosos de la muerte del pitcher zurdo de 27 años, sino que también destapó una cultura interna que la MLB prefería mantener lejos de los reflectores: opioides, alcohol, fiestas en vuelos oficiales y una alarmante falta de control institucional.
Skaggs murió tras ingerir una pastilla de oxicodona contaminada con fentanilo, proporcionada por Eric Kay, entonces director de comunicaciones del equipo, hoy condenado a 22 años de prisión. El informe forense fue claro: una mezcla letal de alcohol y opioides acabó con su vida en una habitación de hotel, horas antes de una serie ante los Rangers de Texas.
El juicio que expuso lo que pasaba puertas adentro
Durante dos meses, el juicio civil puso bajo juramento a figuras clave de la organización, incluido Mike Trout, además de directivos y empleados. Los testimonios dibujaron un entorno donde el consumo de drogas era conocido, tolerado y, según la demanda, ignorado por la franquicia.
Los padres y la viuda de Skaggs sostuvieron que los Angelinos sabían o debían saber que Kay era adicto y distribuía analgésicos entre jugadores. El jurado coincidió parcialmente: determinó que hubo negligencia y ya evaluaba daños que oscilaban entre 60 y 100 millones de dólares, antes de que el acuerdo frenara el proceso.
Para muchos jurados, el momento más duro fue tener que “ponerle un precio a una vida”. Esa carga emocional terminó acelerando un cierre legal que evita una cifra pública, pero no una reflexión profunda dentro del béisbol.
Una lección incómoda para la MLB
En su comunicado, los Angelinos reconocieron la tragedia y subrayaron los peligros del abuso de opioides. Sin embargo, el impacto del caso va más allá de un equipo. La muerte de Skaggs obligó a la MLB a mirarse al espejo y replantear protocolos médicos, supervisión interna y apoyo a la salud mental de los jugadores.
Tyler Skaggs era más que un brazo confiable en la rotación. Era un joven luchando con lesiones, presión y adicción en un sistema que falló en protegerlo. El acuerdo cierra un capítulo legal, pero deja una pregunta abierta que aún resuena en los vestidores: ¿se aprendió realmente la lección?
