Una jovencita tapatía de 22 años ofreció la última buena noticia del deporte mexicano. Renata Zarazúa, tenista nacida en la Ciudad de México, aunque con residencia de toda la vida en Guadalajara, hizo historia al ser la primera mujer mexicana en clasificarse al exclusivo torneo Roland Garros. Y no sólo eso, sino en hacer volver al tenis azteca femenil a un torneo de grand slam, tras 29 años de sequía, desde la participación de Angélica Gavaldón en el Abierto de Australia en el 2000.
La hazaña de esta nueva integrante de la dinastía de tenistas, fundada por Vicente Zarazúa por allá de los años 60, es un esfuerzo individual, ya que el desastre que vive en la actualidad el tenis mexicano es producto de los pésimos manejos, para no variar, de sus organismos, los que han dejado de trabajar y se han mantenido pendientes más de sus intereses de poder, que en el del crecimiento de su deporte.
Es triste que el último gran exponente del deporte blanco mexicano haya sido Leonardo Lavalle, quien se retiró en 1998. Y tras él no ha vuelto un nivel suficiente para participar en los cuatro grand slam, ni siquiera en la división mundial de Copa Davis.
Es muy probable que Renata Zarazúa consiga mejorar aún su ranking en lo que resta de este 2020 y se le augura un estupendo comienzo de temporada, así como un crecimiento vertiginoso que nos haga pensar en poder tener a nuestra mejor exponente en su persona.
Por lo pronto estamos ante la posibilidad de contar con otra Lorena Ochoa o Paola Longoria, aunque la tarea suene a un “imposible”. Al menos, Renata Zarazúa manifiesta ya el regreso de “la luz” en el tenis mexicano.
Por: Juan Antonio Hernández
