¿Chiapas, Oaxaca o la temida Brecha de Guerrero? Son las regiones de las que normalmente esperamos los grandes temblores que impactan a México, pero los sismólogos alertan que hay una región olvidada que podría ser el epicentro de un sismo de gran magnitud y está a sólo 80 kilómetros de la CDMX, en un municipio del Estado de México.
Esta zona altamente sísmica se ubica en el Eje Neovolcánico, la cordillera en la que se encuentran los volcanes Popocatépetl y el Nevado de Toluca, y que ya fue el epicentro de uno de los terremotos más devastadores de México.
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El catastrófico sismo que quedó olvidado por la Revolución
El martes 19 de noviembre de 1912, un estrepitoso movimiento despertó a los habitantes del Estado de México y regiones cercanas, justo a las 7:55 de la mañana. El municipio de Acambay fue el epicentro de un potente sismo de magnitud 6.9.
La iglesia del pueblo, en el que en ese momento se ofrecía una misa, quedó en ruinas. Varias estructuras se derrumbaron y una nube de polvo cubrió la visibilidad en la región. El saldo del terremoto fue de cerca de 140 muertos, en una época en la que el país ya tenía fuertes bajas y una gran inestabilidad política por la Revolución Mexicana.

Además de Acambay, el temblor causó colapsos en Atlacomulco, Temascalcingo y San Andrés de Timilpan. El daño fue tal, que la reconstrucción tardó una década en completarse.
El doctor Carlos Valdés, especialista del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), destaca que este fue uno de los peores sismos en la historia del país.
Acambay podría ser el epicentro del siguiente gran sismo
“La zona que realmente hemos descuidado un poco es Acambay, y no en términos de investigación, pero no la tenemos presente colectivamente”, comenta el doctor Leonardo Ramírez, investigador del Instituto de Ingeniería de la UNAM, a Fuerza Informativa Azteca.
Aunque el último gran terremoto se registró hace 112 años, esta región del Edomex es altamente sísmica. “Ahí hay dos fallas, la falla Pastores y la falla de Acambay, que forman un graben”, remarca. En la fosa tectónica se localiza una fractura del terreno a las orillas de Acambay y Tixmadejé, a menos de 100 kilómetros de la Ciudad de México.

Sería poco probable que un sismo con epicentro en esa zona alcanzara la magnitud del terremoto de 1985, que fue de 8.1, ya que estos temblores son característicos de las placas en la costa del Pacífico. Sin embargo, podría acercarse al sismo del 19 de septiembre de 2017, con magnitudes que ronden el 7. Aunque el verdadero peligro es la amplificación de las ondas que causa el tipo de suelo de la zona del Valle de Acambay.
Además el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) alerta que en la región ha incrementado la población en los últimos años y un sismo en la actualidad pondría en riesgo a más personas que hace 100 años. De acuerdo con el último censo, realizado en 2020, en el municipio hay más de 60 mil habitantes.
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¿Qué pasaría con la CDMX si hubiera un terremoto en Acambay?
El investigador Carlos Valdés resalta que Acambay es una región sísmica que representa un gran peligro para la capital, debido a su proximidad, a 80 kilómetros al noroeste de la Ciudad de México. El viaje en automóvil de este municipio al norte de la CDMX puede tardar dos horas, pero las ondas sísmicas pueden llegar en cuestión de segundos. “Conforme te vas acercando a la ciudad, los sismos pueden ser más y más peligrosos para nosotros”, comenta.
El doctor Leonardo Ramírez señala que este zona tiene una amplificación adicional por estar localizada en el Eje Neovolcánico Mexicano. La razón es el tipo de materiales que se encuentran debajo de la corteza.
El especialista comenta que las cámaras magmáticas y la lava atrapan la energía que se libera en las placas tectónicas y la amplifican. Las ondas de energía se propagan y al llegar al suelo del Valle de México se vuelve a amplificar, por los sedimentos que hay en el suelo del antiguo lago. Este efecto causa vibraciones de larga duración que podrían dañar edificios, como en los terremotos de 1985 y 2017.
“En el suelo del Valle de México la energía se queda vibrando, como si fuera una gelatina, y eso hace que los edificios sigan moviéndose”, precisa Ramírez. “Las peculiaridades del Valle son casi únicas, son pocos sitios en el mundo donde se presentan esas condiciones y que hay temblores”, añade.
Hay que prepararse para los sismos todo el año
Los especialistas hacen un llamado a estar listos todo el año y no sólo en septiembre, cuando se recuerdan los terremotos de 1985 y 2017. “En este 19 de septiembre no hay que ponernos a pensar en si va a temblar o no va a temblar, sino en ¿estoy preparado, estoy prevenido?”, comenta Carlos Valdés.
El investigador de la UNAM concuerda con su colega Raymundo Plata al precisar que no existe una temporada de temblores y que el que se hayan registrado dos grandes terremotos el 19 de septiembre en México es resultado de una simple coincidencia. “Hay que pensar en que tenemos sismos todos los días y la probabilidad de que se repitan en el mismo día es la misma que encontrar a alguien con el mismo cumpleaños que nosotros”, precisa Plata, experto en Ciencias de la Tierra.
Es vital tener un plan de protección civil en la casa y el trabajo, así como cuidar y dar mantenimiento a los inmuebles. “La responsabilidad de las estructuras debe ser nuestra”, remarca Carlos Valdés.
La preparación debe ser inmediata, por si el temblor llega en días o décadas, ya que es imposible predecir cuándo ocurrirán los terremotos. Los habitantes y las estructuras deben estar listas para un gran temblor, ya sea que tenga epicentro en Guerrero o en Acambay. “Si hay una buena prevención al desastre, aunque tengas un sismo grande o una amenaza fuerte, el riesgo disminuye”, puntualiza el doctor Raymundo Plata.