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¿Una bruja en el palacio presidencial de Nicaragua?

Bruja palacio presidencial Nicaragua
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Dicen que detrás de un gran hombre hay una gran mujer y no tengo la menor duda que es así. Pero, cuando se trata del matrimonio Ortega-Murillo, tengo mis dudas. Ni Daniel es un gran hombre, ni Rosario una gran mujer. Y me respaldan las estadísticas de Nicaragua.

Es más detestada que nunca. La popularidad de la compañera está en 20 por ciento, según encuestas de 2021.

Se derrumbó su figura cuando opositores la señalaron como la mano dura que estaba detrás de la represión que vivieron manifestantes nicaragüenses en 2018. Que, por cierto, dejó 300 muertos. Una conclusión bastante obvia: en Nicaragua no hay libertad de pensamiento y llegar a manifestarlo es tumba o cárcel. Usted decide.

¿Hay una bruja en el palacio presidencial de Nicaragua?

Y no es por insultar a las brujas, ni mucho menos. Me refiero a esa fantasía popular de la que se habla en cada calle de Managua. En aras de perpetuar la supremacía en el país centroamericano, La chayo, como le dicen, es capaz de traspasar la línea entre la brujería y el satanismo.

Eso explicaría la cantidad de collares, anillos y pulseras que lleva cuando sale públicamente. Serían, dicen los expertos en la materia, amuletos de protección. Y vaya que si necesita porque usa hasta cinco sortijas por dedo.

Cada quien con sus creencias.

Pero más allá de eso, en Nicaragua duele respirar, y Rosario, la vicepresidenta de la República, la dama de hierro se perdió en su camino por convertir a su país en una justa nación. Esa que integra a todas las razas. La que ideó Sandino. Una Nicaragua con igualdad y accesos a la educación y a la salud.

¿Dónde se extravió la poeta? Esa que con su pluma enamoró a muchos y sembró aires de libertad en corazones de otros.

Rosario Murillo, que se cansó de nombrarse como un alma justa, es hoy dictadora de Nicaragua.