¡Felicidades! Si te has enfermado en México y lograste sobrevivir al sistema de salud público, estás entre el 1% de los afortunados. Esta es la cruda realidad de un sistema que ha cambiado de nombre, pero no ha mejorado su servicio.
No importa el cambio de nombres: Las soluciones no llegan
Primero fue el IMSS, luego el Seguro Popular, después el INSABI y ahora el IMSS-Bienestar. La pregunta es simple: ¿quién ha notado de verdad que algo haya mejorado?
En 2003 nació el Seguro Popular. Sí, era una solución imperfecta, pero gracias a él, millones de mexicanos sin acceso al IMSS o al ISSSTE podían recibir atención médica. Al menos había medicinas, doctores, tratamientos y quirófanos.
En 2019, el Gobierno de Morena lo eliminó para crear el INSABI, con la promesa de una salud gratuita y universal. ¿La realidad? Hospitales sin presupuesto, médicos sin contratos y familias enteras sin atención. Cuatro años después, el INSABI fracasó, y ahora tenemos el IMSS-Bienestar.
Con cada nuevo nombre, prometen hospitales dignos y salud gratuita. Sin embargo, en las clínicas y hospitales la historia es la misma: sigue faltando personal, medicinas y hasta quirófanos cerrados.
Cambian los nombres, hacen giras, reparten aplausos, pero los pacientes siguen esperando y el Estado permanece ausente. Nuestro sistema de salud sigue siendo un fracaso.
Lo más grave es que esta situación se ha convertido en un debate político, en lugar de ser tratada como lo que es: una crisis humanitaria. Dejemos de politizar el tema de la salud y comencemos a verlo como lo que realmente es: una sentencia de muerte para muchos mexicanos.