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Individualismo ¿Destructor de comunidad o liberador de nuestro potencial?

Occidente se caracteriza por su adopción del individualismo como motor de la sociedad, pero ideas tradicionalistas y a favor de la comunidad están ganando espacio en el discurso.

Individualismo vs. Tradición: El debate de valores que define a la juventud en México
Individualismo vs. Tradición: El debate de valores que define a la juventud en México|FIA.
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Crecí en una sociedad donde el neoliberalismo modernizó e impulsó México, la cercanía con Estados Unidos siempre ha sido un arma de doble filo para nuestro país, pero si algo nos distingue del resto de América Latina es la ventaja que en algunos momentos hemos aprovechado, una cercanía geográfica, devenida estrategia económica.

Mis padres me contaban que cuando eran niños, los dulces, juguetes y electrodomésticos nacionales eran de mala calidad y la fayuca era muy popular porque le permitía a los mexicanos tener objetos que el mercado aquí no ofrecía. Incluso hoy, mi abuela conserva en su cocina un microondas más viejo que yo, que pasó la frontera en su cajuela y no se ha descompuesto en más de treinta años.

La apertura comercial que nos dio el TLC marcó a mi generación, a quienes los juguetes, programas televisivos y ropa americana definió la infancia. Pero más allá de importar capitalismo y comodidades que el mercado nacional ofrecía limitadamente, también adquirimos un aspiracionismo influenciado por el individualismo estadounidense. El individualismo es inherente al capitalismo, porque este modelo económico se basa en las preferencias personales, después de cubrir las necesidades básicas, todo consumo gira en torno a nuestros deseos.

Pero algunos conservadores dicen que ya nos pasamos de individualistas, consideran al movimiento woke (que sí, ya permeó aquí) una atrocidad que va en contra de todos los valores que nos deberían definir. El activista Charlie Kirk, asesinado en Utah mientras debatía universitarios, se caracterizaba por su postura que exhortaba el regreso a tres valores: Dios, familia y nación. Este hombre fue parcialmente responsable de la victoria de Trump entre los votantes más jóvenes. ¿Pero cuál fue la otra parte responsable? ¿El exceso de libertad que ya no representa a la juventud? Los jóvenes de ahora ya no tienen una causa para revelarse, o rebelarse contra la rebelión es la causa actual. La diversidad, la disrupción y el pluralismo son tan amplios al grado que ya nadie encuentra algo que lo defina; ¿el exceso de etiquetas confunde a la juventud y les complica encontrar un sentimiento de pertenencia? Eso explicaría por qué les resulta más fácil identificarse con valores tradicionales, perfectamente definidos y firmemente excluyentes.

Pero el discurso tradicionalista evoca un sentimiento que promete una trascendencia mayor, se viste de propósito al cual dedicar su vida, tiempo y energía.

La libertad sin educación deriva en libertinaje, y la educación sin libertad es adoctrinamiento

El único inconveniente con la libertad es no saber manejarla, a lo largo de la historia, ha sido la libertad la clave en los momentos de mayor crecimiento como especie. Prueba de ello es la evolución y el pensamiento que ha florecido a la par de la libertad, y la democracia como consecuencia de esta.

Pero los demagogos aprovechan esto, por ello cuando vemos su discurso estamos ante una maquetada ilusión de propósito. Al estar tan satisfechas nuestras necesidades que en la constante búsqueda de sentido, hemos descuidado la brújula moral que determina qué está bien y qué está mal, y ellos llegan a imponer qué está bien y está mal, ya que nadie más lo dicta. Toman el bien y el mal como bandera de propósito para la vida, aunque tergiversen lo moral.

Si bien ya lo decía Viktor Frankl, el ser humano necesita un fin al que dirigir su propósito y existencia. El filósofo enumeraba tres formas de alcanzar ese propósito: creación, experiencia o actitud. La satisfacción de nuestros deseos y constante consumo ha llegado a rebasar nuestras necesidades; pero la gente ha dejado de crear, gracias a la tecnología, la creación de cualquier contenido nuevo se vuelve más sencilla pero menos orgánica. Las experiencias son cada vez más extremas para satisfacer el deseo de innovar, pero no por ello son más agradables. Y la actitud, hay una polarización entre optimistas y pesimistas. A nivel mundial crece exponencialmente el consumo de antidepresivos, mientras que el exceso de optimismo en otras personas no permite tratar problemas ni solucionar situaciones que lo requieren.

Existe quien califica como nihilista el estilo de vida moderno, lo que abre campo a que cualquiera lo suficientemente convencido y capaz de manipular, ataque las libertades que tenemos y las decisiones individualistas que se alejan de su estándar moral. Acusan al individualismo de destruir la comunidad que sirve de base para la sociedad: la religión, la familia tradicional y los valores patrióticos. Pero hay un motivo por el cual la gente se alejó de ellos desde un principio. La religión excluye, la familia tradicional juzga a la que no se adapta a su modelo y la nación está tan polarizada y alejada de las convicciones que apoyarla sobre los ideales personales no es sincero.

Sin la libertad que ha permitido el individualismo, no habría profesionistas por vocación, matrimonios por amor (sí, ya sé que suena cursi), ni mucho menos creación para demostrar nuestro potencial, solo por necesidad.

El individualismo motiva a las personas a superarse, no por un bien común, sino por una
persecución de satisfacción personal. Permite que exploremos nuestro potencial sin límites ni prejuicios, y puede enriquecer a una comunidad al aportar más del individuo en el entorno adecuado. El equilibrio entre individualismo y colectivismo es el que hace el entorno correcto, el exceso de cualquiera de los dos, destruye.