No hay nada peor que enfrentarse al berrinche y al llanto desconsolado de un niño. Esos momentos en los que todo parece imposible, la paciencia se pone a prueba y cualquier intento por calmarlos parece no tener éxito. Para esos instantes que desbordan incluso a los más tranquilos, existen algunas soluciones simples pero muy efectivas.
La psicóloga Reem Rouda, tras estudiar a más de 200 niños y trabajar con cientos de familias, llegó a una conclusión reveladora: los berrinches no son un acto de rebeldía, sino una forma de expresar emociones que el cerebro aún no sabe manejar.
Durante una crisis emocional, la parte racional se desconecta, por lo que pedirle a un niño que “se calme” o “explique lo que siente” simplemente no funciona. Sin embargo, existen opciones:
- “No digas nada”
En medio del llanto o los gritos, el silencio puede ser el mejor aliado. Estar presente y tranquilo, sin intentar razonar de inmediato, transmite seguridad: “Estás a salvo y puedo con esto”. Esa calma silenciosa permite que el niño se regule antes de volver a hablar. - “Estoy aquí mismo”
Esta frase sencilla refuerza el vínculo y brinda seguridad emocional. No implica amenaza ni distancia, sino cercanía. Recordarle que no está solo reduce su miedo y le muestra que sigue siendo querido incluso en medio del caos. - “Este sentimiento es realmente intenso, ¿verdad?”
Validar lo que siente en lugar de minimizarlo es clave. Reconocer su emoción ayuda al niño a entender lo que pasa dentro de él, relaja su cuerpo y le enseña a identificar y gestionar sus emociones con el tiempo.
¿Qué hay detrás de los berrinches de un niño?
Según Child Mind Institute, estos estallidos ocurren cuando el niño se ve superado por lo que siente y su parte racional del cerebro “se apaga”, lo que dificulta que pueda calmarse por sí solo o expresar lo que le pasa.
Las causas pueden ser muy diversas. Detrás de estas escenas puede haber factores como ansiedad, TDAH, sobrecarga sensorial o incluso trastornos del aprendizaje no diagnosticados.

En esos casos, la rabieta no es solo parte de una etapa, sino una señal de que el niño necesita ayuda para desarrollar habilidades de autocontrol, calma y comunicación emocional.
La buena noticia es que la reacción del adulto marca la diferencia. Los padres no provocan los berrinches, pero sí pueden ayudar a gestionarlos con su presencia y apoyo.
Entender qué los desencadena y ofrecer contención en lugar de castigo puede reducir su intensidad y enseñar al niño a manejar mejor sus emociones.
¿Cómo saber cuándo el berrinche de un niño ya no es normal?
Mayo Clinic menciona que si bien los berrinches son una parte normal del desarrollo infantil, pero hay señales que pueden indicar que algo más está ocurriendo.
Cuando las rabietas se vuelven demasiado violentas, frecuentes o duran mucho tiempo, puede ser un signo de que necesita atención adicional o apoyo profesional.
Además, si el comportamiento no mejora hacia los tres años y medio, o si las crisis emocionales aumentan después de los cuatro años, conviene consultar con un especialista.

En estos casos, los berrinches pueden reflejar dificultades en el manejo de las emociones o estar vinculados a otros factores que van más allá de la frustración típica de la infancia.
Por eso, si las rabietas interfieren con la seguridad, el bienestar o la vida cotidiana del niño y las estrategias comunes no parecen funcionar, buscar orientación profesional es clave.
Un especialista puede ayudar a identificar las causas y brindar herramientas para acompañar al niño con empatía y eficacia.














