El partido de la Jornada 11 entre los Pumas y el Necaxa significará el regreso de Jaime Lozano a la que fue –y siempre será- su casa. Por primera ocasión, dirigirá en el Estadio Olímpico Universitario, ese que lo vio debutar como futbolista el 15 de agosto de 1998 y que, en tres etapas distintas, fungió como su fortaleza. El responsable de mandarlo a la cancha, en aquel triunfo 3-1 sobre el Pachuca, fue el argentino Roberto Saporiti.
Resumen: Puebla vs Santos | Jornada 11 | Clausura 2022 | Liga BBVA Mx
Hoy, 24 años después, ‘Jimmy’ tiene en su espalda una trayectoria exitosa y, si bien da sus primeros pasos en los banquillos, ya cuenta con una medalla olímpica, obtenida en los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020. En la mente de Saporiti, no obstante, aún está el muchacho que aspiraba a abrirse paso, consagrarse y hacerse un nombre en la historia del futbol mexicano.
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“Era un joven jugador de 18 años, con una grandísima personalidad, una seguridad y entró en la primera de Pumas, que me tocó debutarlo ese año, con todos sus atributos y de lo futbolístico no hay que olvidarse. Qué bien jugaba”, recuerda el estratega, en charla con Azteca Deportes.
En el Invierno 1998, los universitarios llegaron hasta las semifinales, instancia en la que se instalaron luego de imponerse a Cruz Azul en los cuartos de final. En dicha llave, Jaime destacó de la mano de otro histórico auriazul: Jorge Campos. Para que esta sociedad se consumara, el director técnico fue crucial.
“Ahí tuve una inmensa satisfacción. Creo que es el único caso en el mundo donde un jugador que juega en el arco, en los cuartos contra Cruz Azul, Campos, entró de arquero y, en el partido que perdíamos 1-0, a los 10 minutos del segundo tiempo, hice el cambio y lo puse de delantero. Ahí había entrado Lozano también. Centro de ‘Campitos’, gol de cabeza de Lozano y empatamos uno a uno”, relata Saporiti.
Y como buen mentor, el bonaerense –hoy con 82 años de edad- conoce a la perfección a quienes crecieron bajo su cobijo. Por eso, tiene un contundente augurio para el hombre que popularizó la frase ‘Hecho en CU’.
‘Jimmy’ tiene en su espalda una trayectoria exitosa
“Yo creo que a Lozano le van a temblar un poco las piernas, porque entrar en su casa dirigiendo a un equipo contrario va a ser muy fuerte sentimentalmente para él, pero se lo merece por todo lo que ha hecho con la selección juvenil. Se fue preparando para este momento y yo pronostico que, por su juventud y su capacidad, va a seguir creciendo como director técnico”, predice.
Jaime Lozano, sin embargo, no es la única razón por la que Saporiti vivirá de manera especial el Pumas-Necaxa. Su primera experiencia como timonel en México se dio, casualmente, en las filas de los Rayos –que pronto gestarían una dinastía en el balompié azteca-, una etapa que recuerda con júbilo y su semblante durante la entrevista lo delata.
“Lo vivo con muchísima nostalgia, encontrarme con ese Necaxa que estaba en riesgo de descenso en 1990-1991, cuando llegué yo. No quiero hacer comparaciones, pero juntar en un mismo equipo a los siete u ocho jugadores de grandísimo nivel que todo el mundo ya conoce, como (Abraham) Nava, (Ignacio) Ambriz, (Alex) Aguinaga, (Ricardo) Peláez, (Alberto) García Aspe, (Ivo) Basay, (Nicolás) Navarro en el arco….
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Después vino Manolo Lapuente y, muy inteligentemente, ordenó un poco más el medio campo para atrás, acertó muy sagazmente con dos o tres defensores y era un equipo que no solamente reinó en el futbol mexicano, sino que representó México en el futbol mundial. Le jugaba mano a mano a los equipos brasileños y a los europeos. Esos grandes jugadores que nombré de Necaxa hoy tendrían lugar, sin ningún tipo de duda, en el futbol europeo”, considera.
Aunque su paso con los auriazules fue considerablemente más corto, es –quizá- el más recordado por muchos aficionados; especialmente, debido a los canteranos que destacaron durante su gestión y que, todo indica, no dejarán de estar presentes en su lúcido recuerdo.
“En Pumas, fue diferente; el año que me tocó dirigirlos, en 1998, jugué todo el año e inclusive la semifinal con el Guadalajara, con una planilla de jugadores surgidos de sus fuerzas básicas y esa también fue una gran suerte, encontrarme con los (Joaquín) Beltrán, (Antonio) Sancho, (Carlos) Cariño, (Jesús) Olalde, (Jaime) Lozano y otros más. Nosotros tuvimos la mala suerte de que, al cuarto o quinto partido, en un accidente desgraciado, a (Cristian) Zermatten lo suspendieron un año y me quedé con dos extranjeros nada más, Mario Álvarez y Richard Zambrano. Pumas es una grandísima institución, a mí me tocó la presidencia del doctor (Guillermo) Soberón y el ingeniero (Javier) Jiménez Espriú, dos notables dirigentes”, rememora quien se formara como futbolista en el Independiente de Avellaneda.
En la actualidad, los felinos son comandados por otro argentino: Andrés Lillini, un hombre de perfil bajo que, con presupuesto limitado y constantes obstáculos, se las ha ingeniado para conducir a sus Pumas a tres semifinales (una de Concachampions) y una final de Liga BBVA MX, que perdió contra el León. Aunque en Argentina el apellido ‘Lillini’ no suena con estridencia, Saporiti le ha dado seguimiento a su labor en la zona técnica que él mismo pisó hace más de dos décadas.
“Con todo respeto, acá no (se le conoce). Como no entrenó profesionalmente, no tiene el reconocimiento, pero este último año, Lillini tuvo la gran suerte de tener la llegada de un inigualable entrenador, profesional, inteligente y preparado, como el doctor Miguel Mejía Barón y yo estoy seguro de que, desde la sombra, no aparece, pero en las charlas que seguramente tienen durante la semana, le ha dado mucha seguridad, de eso estoy convencido”, apunta.
Y complementa: “Es un caso diferente al de Jaime Lozano, que está buscando la identidad con el Necaxa y es necesario que la institución tenga un proyecto que lo avale, le dé tranquilidad y continuidad”.
Roberto Saporiti, el que jugara al lado de Carlos Salvador Bilardo y asistiera en la banca a César Luis Menotti, el que vistiera la camiseta del Monterrey en la década de los 60, el que emplea la razón, la memoria y el corazón para expresarse, no se perderá el duelo entre capitalinos e hidrocálidos, aunque deberá encontrar el balance para no gritar los goles de uno u otro lado.
“Preferencia no tengo por ninguna de las dos instituciones. Las quiero mucho y me han recibido muy bien. El Necaxa fue muy fuerte, fueron tres años con mi familia, mis hijas (yendo) al Estadio Azteca y, con Pumas, soy un agradecido a toda la institución por la forma en que me han tratado. Que en CU se vea un grandísimo partido y que gane el que Dios diga que tiene que ganar”, decreta con amabilidad y la voz tan firme como el día que pronunció: “Jaime, calienta, que vas a entrar”.