Como si no fuera ya grave el video de un hombre de 33 años llevando de la mano a una niña de 10 años hacia un motel en Monterrey, Nuevo León; los comentarios se dedican a cuestionar si la menor va o no en contra de su voluntad.
En diferentes publicaciones se pueden leer frases como: “yo no la veo obligada a caminar” o “como que a la fuerza no se ve”. Quizá ya perdimos la dimensión, pero nadie bajo ninguna circunstancia iría por voluntad propia para que un pedófilo abuse de ti.
No se puede creer que lo cuestionable en este video sea que la niña no ponga resistencia, y no que este enfermo encamina la pequeña a un hotel.
No, no es normal. No es normal el abuso infantil, ni la trata...
El peligro de cuestionar el abuso infantil
Aunque muchos retorcidos quieran justificar su locura con comentarios ridículos y absurdos, lo único claro aquí es que este tipejo es un enfermo.
A los 10 años, ningún niño puede decidir de manera consciente ni segura participar en un acto de abuso.
La ausencia de resistencia física no significa consentimiento; nadie en su sano juicio acudiría a un motel de la mano de un depredador sexual por voluntad propia.
El verdadero foco de atención debe estar en el agresor, en su comportamiento enfermo y en la manipulación que seguramente ejerció para llevar a la menor hasta ese lugar.
Quizá ya la conocía; muy probablemente no era la primera vez. Probablemente, también la tenía amenazada. Lo que sabemos es nada, pero el 80% de los casos de abuso sexual infantil no se denuncian.
Abuso infantil en México: un peligro para nuestros niños
Entre enero y junio de 2025 se reportó un aumento del 2.5% en delitos contra personas de 0 a 17 años, frente al mismo periodo de 2024.
En particular, los casos de corrupción de menores crecieron un 15.7%, lo que evidencia que la prevención y la educación son más necesarias que nunca.
Como familia, debemos estar atentos, denunciar cualquier indicio y enseñar a los niños sobre los riesgos, sin minimizar su vulnerabilidad.
Pero como sociedad, dejemos de revictimizar a lo más sagrado, puro e inocente que tenemos: nuestros niños