El centro de Toluca es más que carros, calles llenas de baches, edificios gubernamentales y el Cosmovitral. A unas cuantas cuadras de aquel bullicio provinciano, las puertas de Tenerías Juárez, especialista en curtido de piel, se abren para iniciar una jornada más. Son las siete de la mañana, y Roberto, uno de los dueños, recibe a don Ángel, Benjamín y Noé, los tres curtidores que trabajan en la tenería desde hace más de 20 años.
Como todas las curtidurías de antaño que se ubicaban en el centro de la capital del Estado de México, la propiedad se encuentra a un lado del ahora embovedado Río Verdiguel.
El arte del curtido de piel: entre tambores de madera, cascalote y paciencia
La mezcla de olores fuertes de sal, piel y químicos adornan el ambiente al entrar a la fábrica, aromas que persisten desde hace más de 110 años, cuando Antonio y Leonor, abuelos de Roberto, decidieron abrir su propia curtiduría. Los juegos de luces y sombras que se ven en la edificación, aunados al eco de los ruidos de la maquinaria, que podrían parecer tétricos para niños y gente con temor a las cosas del más allá, también forman parte de la atmósfera.
Roberto pertenece a la tercera generación de curtidores de su familia. Junto a sus hermanos Alejandro y Antonio, estuvieron cerca del negocio desde muy jóvenes, pero tras el fallecimiento de este último, hace 19 años, Roberto y Alejandro estuvieron más de lleno junto a Benito, su padre.

Generaciones de curtidores: un oficio que se hereda con orgullo
Así como otros oficios de antaño, el proceso de la curtiduría se ha mantenido con muy pocos cambios, añadiendo máquinas más nuevas, materiales amigables con el ambiente y reciclando sus curtientes vegetales, pero conservando la magia de la tradición. “Casi todo el proceso se hace en madera para que no se guarden olores, colores y químicos que puedan afectar otros pasos”, cuenta Roberto, desde su oficina, la cual se ha mantenido en el mismo lugar durante al menos los últimos 30 años.
Dentro de tenerías Juárez, puros hombres trabajan, y el más joven de ellos es Luis, quien de los 38 años que tiene, 15 los lleva en el negocio de su familia. “Soy de la cuarta generación de curtidores”, platica, pero aunque conoce el proceso de las pieles a la perfección, él se dedica a vender los productos terminados, en Holcan, la tienda de artículos de piel de Tenerías Juárez. Su parte favorita es el diseño de las chamarras y pantuflas, inspirado en las tendencias actuales, además de hacer modelos personalizados.

De residuos a diseño: pieles transformadas en chamarras, zapatos y más
La acción de “curtir” está íntimamente relacionada al tiempo. Cuando dicen que alguien está curtido, es porque en un periodo de días, meses, o incluso años, pasó por un proceso doloroso pero logró sobrellevarlo. Logró adaptarse y el dolor ya no lo siente.
En el caso de las pieles, desecho para muchos carniceros de la región del Valle de Toluca, pero materia primordial para los curtidores, son sometidas a un detallado proceso. Lento y de mucha paciencia pues se debe ser cuidadoso con el acabado, el paso más complicado, a consideración de Roberto “porque si no se tiene bien la fórmula, se puede echar a perder la piel.”
Primero, son dos días en los que las pieles se humectan a través del remojo. Después, por tres días se meten a pelambre, es decir, un procedimiento en el que con sulfuro y cal, se retira el pelo y cualquier suciedad. Terminado el tiempo, se desencalan las pieles y se introducen a unos tambores de madera, enormes cilindros giratorios que facilitan el proceso de curtido con ácidos, sales y cascalote, una vaina que actúa como conservador.

Entre aromas, sombras y máquinas: la atmósfera única de la tenería
Finalmente, los cueros se pintan atentamente, para evitar que se manchen, y se dejan secar al exterior antes de lustrarlos. “Tardamos 15 días en hacer el trabajo de curtido, desde que llega en sal o sangre, como le llaman, hasta que ya está lista para ser usada en los productos”, platica Roberto.
¿Y qué tipo de pieles se curten en Tenerías Juárez? En sus más de 110 años han pasado desde los típicos cueros de res y borrego, hasta cocodrilos y pescados. Todas han servido para la maquilación de chamarras, bolsas, zapatos, pantuflas, cinturones y artículos de marroquinería como libretas y carteras.

Tradición que evoluciona: sostenibilidad y diseño en piel mexicana
A pesar de que la curtiduría ofrece productos duraderos, la industria de la piel se ha visto afectada en las últimas décadas tras la llegada de mercancía china y de cuero sintético, de tal manera que en ciudades como León, las tenerías han reducido su producción hasta un 50%, además de implementar recortes de personal.
Aunque los chinos ofrecen precios más bajos, la calidad de los productos es limitada, tal como lo asegura Roberto, “la gente se acostumbra a gastar menos, por ejemplo, un calzado de plástico, aunque es barato, le hace mucho daño al pie; provoca hongos y lo lastima. En cambio, el calzado de piel es mucho más amigable porque es suave y natural. Y de la durabilidad, ni hablar, pues una chamarra con los cuidados adecuados, puede conservarse hasta por 40 años.”

Ni la invasión china, ni la obsesión mundial por el fast fashion, ni la misma pandemia, han conseguido que Roberto y su familia hayan considerado siquiera ponerle fin al negocio, pues él lo sabe “muy noble y satisfactorio”. Sin embargo, preferiría que sus hijos se dedicaran a lo que estudiaron, “porque les puede ir mejor.”
Y es que tanto Roberto como su sobrino Luis saben que el oficio de curtidor podría estar en peligro de extinción. Lo ven en la gradual baja de producción y en la competencia de lo sintético. Sin embargo, siguen en pie, conscientes de que cada pieza que hacen es también un acto de resistencia ante lo efímero, ante lo desechable.
