Hay personas que, después de un día largo de trabajo, llegan a casa, se sacan las calcetas y las dejan “tomando aire” con la esperanza de volver a usarlas al día siguiente. A simple vista parecen intactas: no huelen, no están manchadas y dan la sensación de que todavía aguantan una vuelta más. Sin embargo, cuando esta costumbre se repite varios días seguidos, deja de ser un truco práctico y pasa a convertirse en un hábito que puede afectar más de lo que muchos imaginan .
El principal conflicto es que los pies no descansan nunca. Durante toda la jornada concentran cerca de 250 mil glándulas sudoríparas que producen sudor de manera constante, incluso cuando no se nota. Esa humedad queda atrapada en la tela de las calcetas y, si no se cambian, se va acumulando día tras día. Aunque “ventilarlas” parezca suficiente, la realidad es que no elimina lo que ya quedó impregnado.
Con el paso del tiempo, la mezcla de transpiración y restos de piel arma el escenario perfecto para que las bacterias se alojen con facilidad. Y todo empeora dentro del zapato: un ambiente cerrado, oscuro y poco ventilado que funciona como un verdadero invernadero. Según el microbiólogo Philip Tierno, de la NYU, estas condiciones favorecen el crecimiento bacteriano y aumentan los riesgos para la piel, con consecuencias nada agradables.
¿Qué tipo de calcetas es preferible usar?
A la hora de elegir calcetas, el material marca una gran diferencia. Las opciones sintéticas suelen ser las menos recomendadas, ya que retienen la humedad y dificultan la ventilación del pie. Esto genera una sensación de calor constante y favorece un entorno poco saludable, especialmente cuando se usan durante muchas horas seguidas o dentro de calzado cerrado. Aunque pueden resultar prácticas o económicas, no siempre son la mejor alternativa para el uso diario.

Las calcetas de algodón, en cambio, permiten una mejor circulación del aire y ayudan a absorber parte de la transpiración, reduciendo el impacto del sudor. Si bien no eliminan por completo los riesgos, sí contribuyen a mantener los pies más secos y cómodos. Los especialistas recomiendan cambiarlas a diario, lavarlas con agua caliente y secar bien los pies después del baño. Para completar la rutina, el uso de productos antibacterianos puede ayudar a prevenir molestias y malos olores persistentes.
¿Es recomendable usar calcetas todo el día?
Usar calcetas durante buena parte del día puede ser beneficioso, aunque también requiere cierto equilibrio. Como señala La Vanguardia, los especialistas coinciden en que llevar medias al caminar o usar calzado cerrado ayuda a absorber el sudor y a prevenir molestias como el mal olor o el pie de atleta, ya que funcionan como una barrera frente a la humedad acumulada.
Además, expertos del ámbito podológico en el Reino Unido advierten que no usarlas puede aumentar el riesgo de infecciones, sobre todo cuando los pies transpiran en exceso y el calzado no ventila bien.

Sin embargo, llevarlas puestas de forma continua también tiene desventajas. Profesionales de la podología en Cataluña señalan que mantener los pies cubiertos todo el día, incluso durante el descanso o al dormir, puede favorecer la aparición de hongos y otros problemas en la piel debido al calor y la humedad. Por eso, aunque su uso diario es recomendable, también es importante permitir que los pies queden al descubierto por momentos para que respiren y evitar complicaciones a largo plazo.
