Durante la pandemia de COVID-19, la negativa de algunos individuos a vacunarse despertó preocupación. A pesar de la clara evidencia científica, muchas personas no aceptan vacunas. ¿A qué se debe esta resistencia? De acuerdo con un estudio reciente del Max Planck Institute for Human Development, destacan dos factores principales: la ignorancia deliberada y las distorsiones cognitivas.
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¿Cómo fue el estudio sobre la resistencia a las vacunas?
El estudio sobre la resistencia a las vacunas, desarrollado por Kamil Fuławka y su equipo del Max Planck Institute for Human Development, exploró los factores psicológicos que influyen en la negativa a vacunarse. Así, la investigación revelaría que muchas personas no aceptan vacunas porque eligen omitir información que contradice sus creencias. Este comportamiento implica evitar deliberadamente datos sobre los beneficios de las vacunas, como la baja probabilidad de efectos secundarios graves, lo que refuerza su temor y rechazo a vacunarse.
Además, destacaría que la información es procesada de manera errónea, lo que aumenta la percepción de riesgo. Los participantes antivacunas, por ejemplo, tienden a sobrestimar los efectos secundarios negativos y subestimar la eficacia de las vacunas. Estos mecanismos psicológicos resultaron ser más influyentes en la decisión de rechazar la vacunación que otros factores como la edad, el nivel educativo o las creencias políticas, lo que plantea un desafío adicional para las estrategias de comunicación y promoción de la salud pública.
¿Qué señala la psicología sobre que las personas no aceptan vacunas?
En general, el estudio señala que las personas que rechazan las vacunas, lo hacen en parte debido a la ignorancia deliberada. Este término describe el acto de ignorar de manera intencional la información sobre los beneficios de las vacunas, enfocándose solo en los posibles riesgos. Este sesgo psicológico es clave para entender por qué tantas personas no aceptan vacunas, ya que evitan conscientemente los datos que contradicen sus creencias.
De igual forma, las personas que no aceptan vacunas tienden a procesar la información de forma errónea, sobreestimando los efectos secundarios y subestimando la eficacia de las vacunas. Esta percepción distorsionada, sumada a la ignorancia deliberada, crea una barrera emocional que dificulta la aceptación de las vacunas.
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