En 1910, durante el Congreso Mundial de Zoólogos en Graz, Austria, el científico ruso Iliá Ivanovich Ivanov planteó la posibilidad de crear un humano-mono, basándose en el supuesto de la descendencia del hombre, sin embargo, sus palabras fueron poco tomadas en cuenta por sus colegas.
A Cada Quien Su Santo | Santa confusión
No fue, sino hasta 1926, que Ivanov pudo poner en marcha uno de los experimentos más descabellados de la historia. Partió hacia Guinea, en África Occidental Francesa para ese entonces, con la idea de cruzar un chimpancé con un humano.
El científico era un experto en la hibridación animal e inseminación artificial, por lo que estaba muy seguro de las bases que tenía al respecto;
incluso se le ofreció acceso gratuito a chimpancés en las instalaciones del Instituto Pasteur en la aldea donde estuvo.
Nikolay Petrovich Gorbunov, uno de los patrones de la ciencia más importantes del gobierno bolchevique en ese momento, tuvo curiosidad e interés en este experimento, tanto que presentó el proyecto a la Comisión Financiera del gobierno bolchevique, misma que recomendó la asignación de 10 mil dólares para el proyecto de Ivanov.
El experimento falló dos ocasiones en África
Ivanov no pudo cumplir su cometido. Viajó dos veces a África para lograrlo y las dos veces fracasó. La primera ocasión fue porque los chimpancés a los que tenía acceso aún no contaban con la edad para su reproducción; mientras que en la segunda ocasión, pudo fertilizar a tres chimpancés con esperma humano pero no hubo respuesta favorable.
También se conoce que quiso inseminar sin su permiso a tres mujeres africanas con semen orangután pero las autoridades francesas actuaron antes negándoselo rotundamente.
Mujeres rusas eran voluntarias para el experimento
Ante esta situación, el científico regresó a la URSS con algunos chimpancés para hacer pruebas en su país con mujeres voluntarias que estuvieran dispuestas a formar parte de este momento, pero los monos murieron en el viaje y la inseminación, una vez más, no se pudo lograr.