No hay gloria sin sufrimiento, y aunque el pasado sábado Cruz Azul aún no conquistó la gloria, apelativo que para este club únicamente está reservado para el título de liga, ausente por más de 23 años, La Máquina sí consiguió vencer, al menos por ahora, a algunos de sus fantasmas más oscuros.
Cruz Azul avanzó a la liguilla como líder indiscutible, como ya lo ha hecho en otras ocasiones. Pero en sus primeros 90 minutos de Liguilla dio indicios que descarrilarse en las primeras de cambio, como ocurrió en el Apertura 2010, cuando avanzó con 39 puntos a la Fiesta Grande e incluso ganó a Pumas en Ciudad Universitaria por 1-2 en la ida. Pero en la definición de la serie cayó por dos goles, con una mano dramática dentro del área en los minutos finales que le otorgó a los universitarios un penalti que no desperdiciaron.
Ahora no. La historia fue diferente en esta ocasión. Cruz Azul le cerró la puerta a esos espíritus que se aparecieron en el partido de ida, con un penal más que polémico que le dio el triunfo al equipo de Hernán Cristante, lo que obligaba a La Máquina a ganar en la vuelta, y lo logró con sufrimiento. El marcador iba 1-1 al medio tiempo y no parecía haber algún agujero por donde pudiera pasar el equipo de Juan Reynoso.
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Solo un penal igualmente polémico, al minuto 80’, les abrió el acceso rumbo a las semifinales. Jonathan Rodríguez y Santi Giménez, este con un gol tardío y ya con los Choriceros lanzados al frente, sentenciaron la serie que desintegró a unos cuantos fantasmas: Cruz Azul nunca había vencido al Toluca en la liguilla. Se habían enfrentado en cuatro ocasiones, incluida una final, y en todas habían caído los celestes.
La Máquina, en deuda con una afición herida por múltiples fracasos mayúsculos como la derrota ante el América en la final del 26 de mayo del 2013, cuando el equipo ganaba por dos goles más allá del minuto 80 del partido definitivo; o sin ir tan lejos, lo ocurrido el semestre pasado en donde Cruz Azul venció por 4-0 a los Pumas en el encuentro de ida pero cayó por la misma diferencia en la vuelta, en contra de todos los pronósticos.
Cruz Azul no solo debía hacer un buen partido en el Coloso de Santa Úrusula, sino que estaba obligado a ganar, algo que históricamente ha sido prácticamente sinónimo de fracaso. De las 20 ocasiones en las que perdieron el primer partido de una serie eliminatoria de Liguilla, únicamente avanzaron en tres de ellas. Otro fantasma caído.
Ahora, Juan Reynoso y compañía tienen en puerta el enfrentamiento ante el Pachuca, equipo al que han vencido en cuatro de sus últimos cinco choques, y ante quien aparentemente no hay espectros que vencer, aunque sí algunos amargos recuerdos como la final de la Concachampions que ganaron dramáticamente los Tuzos en el Estadio Azul, en 2010, o las ya lejanas semifinales del Clausura 2007, en donde los cementeros fueron eliminados sin disputar el partido de vuelta, por alineación indebida.
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Es imposible pronosticar si Cruz Azul tiene las armas suficientes para acabar con todas sus maldiciones en este torneo, pero por lo pronto, el equipo ya logró sortear algunos obstáculos perturbadores.
