La trampa mortal para los migrantes venezolanos se llama Darién. Es una peligrosa selva panameña que deben cruzar en su camino hacia Estados Unidos.
En lo que va de este año, 30 personas han muerto o desaparecido. Nueve de ellos eran niños. Es la magnitud del drama y el desespero. Es un éxodo trágico, inimaginable, pero no es ficción.
Es un tramo lleno de un lodo que parece que se los va a tragar. Un tramo, donde la ley no solo está ausente, también es quebrantada por los mismos que deben hacerla cumplir.
¿Autoridad? La guardia fronteriza, el ejército y la fuerza policial panameña: no existe. Los que sí están cazando y acechando víctimas son los coyotes. De hecho, es el negocio más próspero de la zona. Eso es América Latina.
No es una novedad las fronteras con ausencia de instituciones. Pero, los narcos, guerrillas, maras, traficantes de personas y contrabandistas, están presentes. Y hasta compiten con el Estado por el control territorial, y muchas veces lo hacen con éxito.
Migrantes venezolanos escapan de un país olvidado y desolado
Y muchos se preguntan: ¿los venezolanos siguen migrando? ¡Por supuesto! Y es una migración absolutamente racional.
En Venezuela no hay empleo, no hay salud, no hay educación, no hay ley, no hay Estado, el crimen organizado manda y a todo eso súmele que las dictaduras torturan y asesinan.
Imagínese cómo está la realidad venezolana, que hasta el horror de tener que cruzar el Darién, se ve mejor.
¿Esperanzas? Pocas… Venezuela es un país olvidado y desolado.
Mientras Maduro y su régimen represivo continúe en el poder, seguiremos escribiendo miles de páginas sobre la tragedia venezolana y éxodo de los ciudadanos de un país, que alguna vez, fue el más rico de América Latina.
Un país con las mayores reservas de petróleo del mundo, pero que su gente muere de hambre. Venezuela nos sigue mostrando, una y otra vez, el fracaso de los sistemas comunistas.