La verdad incomoda: por eso la censuran y la persiguen

Cuando la verdad molesta, el dictador responde con silencio forzado

Opinion Andreina Maduro expulsa a la ONU de Venezuela
Notas

Escrito por: Andreina Andrade

Venezuela no necesita tanques ni censores. Le basta con una orden del régimen para expulsar al jefe de derechos humanos de la ONU y quedarse tan campante. Porque sí: el gobierno de Nicolás Maduro se enojó con la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos y declaró persona no grata a Volker Turk, porque dijo lo que nadie adentro puede decir sin terminar preso o exiliado: que Venezuela sigue violando derechos humanos de forma sistemática, que hay persecución contra opositores, que las inhabilitaciones son arbitrarias y que la justicia, en ese país, hace mucho que no es justicia, es una herramienta del poder. Sí, solo dijo la verdad.

Y claro, en una dictadura maquillada de democracia electoral, la verdad incomoda más que una sanción internacional.

¿Quién es Volker Türk?: un visitante incómodo

No es la primera vez que un organismo internacional molesta al chavismo. Pero lo de Volker Türk tiene otro nivel: es el Alto Comisionado. Es la cara visible de la ONU en temas de derechos humanos. Y cuando él dice que hay represión, el mundo escucha. O debería escuchar.

Türk ya había visitado Venezuela en 2023, había mantenido contacto con víctimas, organizaciones sociales y defensores de derechos humanos. Lo que vio, y reportó, no fue precisamente lo que el régimen quería escuchar: detenciones arbitrarias, censura, intimidación, impunidad, militarización del sistema judicial y uso de las leyes contra opositores.

Pero claro, en la narrativa oficial de Maduro, él no está reprimiendo a nadie. Él está protegiendo al país del imperialismo. Porque el guión ya lo conocemos: todo aquel que critique al régimen, está pagado por la CIA.

El mundo: “lamentamos profundamente…”

¿Y qué hizo la ONU cuando lo expulsaron? Publicó un comunicado.

Uno de esos que no incomodan a nadie y no salvan a nadie. Con frases como “lamentamos la decisión” y “esperamos retomar el diálogo”. Frases tibias, burocráticas e inútiles.

Porque mientras la ONU “lamenta”, el régimen actúa. Y manda un mensaje claro: acá no entra nadie a revisar lo que pasa.

El que habla de más, se va.

El que denuncia, se exilia.

El que se opone, se inhabilita.

Y lo peor es que lo hacen mientras negocian elecciones, mientras piden que se levanten sanciones, mientras dicen al mundo que “todo está bien”

¿Avanzando hacia dónde? ¿Hacia una democracia sin observadores? ¿Hacia unas elecciones sin garantías?

¿Hasta cuándo este circo?

Lo de Volker Türk no es un caso aislado. Es la confirmación de que el régimen de Maduro ya ni se molesta en disimular. Que no tolera la vigilancia, ni la crítica, ni los informes que contradicen su relato oficial.

Y mientras tanto, la comunidad internacional sigue apostando al “diálogo”, como si no supieran ya en qué termina esta película.

Expulsar a Türk es un escándalo diplomático. Pero más escandaloso es que no tenga consecuencias.

Porque si la ONU no puede estar en Venezuela para monitorear derechos humanos, ¿quién queda?, ¿Quién alza la voz cuando encarcelan a opositores?, ¿Quién protege a los defensores sociales, a los periodistas, a los que aún denuncian desde adentro?

La verdad es esta: Maduro no expulsó a Volker Türk. Expulsó la posibilidad de ser observado.

Y lo hizo a plena luz del día, sin consecuencias. Porque en Venezuela, el problema no es que no haya democracia. El problema es que ya ni siquiera fingen que la hay.

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