Esta edición de la Cumbre de las Américas deja en evidencia el laberinto de integración que hay en América Latina y reafirma que este tipo de encuentro de líderes sirve más que todo para estrechar manos y una foto conjunta.
¿A quién invitar, y a quién dejar fuera?
El Grupo de Río excluyó a la dictadura pinochetista entre 1986 y 1989.
El G-7 retiró la invitación a Vladimir Putin a partir de 2014.
La Conferencia Norte- Sur de Cancún de 1981 no admitió la presencia de Fidel Castro. Así que no es novedad que alguien haya quedado por fuera de la novena Cumbre de las Américas que se realiza en Los Ángeles, California.
Me refiero a Cuba, Nicaragua y Venezuela que no fueron convocados a la cita y eso desató una tormenta en un vaso de agua.
Como tampoco es de extrañarse que la agenda resulte insípida, porque además de los tres excluidos no va México, y tampoco los demás del ala izquierda como Bolivia y Honduras.
Guatemala y El Salvador, también se abstuvieron de ir.
Los países del triángulo norte de Centroamérica no van, cuando uno de los principales temas a tratar es la crisis migratoria. Y ¿por qué no fueron convocados? Porque invitarlos implicaba hacer caso omiso de la Carta Democrática Interamericana de 2001, que establece que solo deben participar democracias en donde se respetan las libertades, los derechos humanos y donde hay elecciones libres.
¡No hay duda! Esas tres tiranías no cumplen con esos requisitos.
Una vez superada la absurda discusión sobre la lista de invitados, ojalá haya tiempo para emitir algunos pronunciamientos de fondo y lograr, que por lo menos esta vez, valga la pena este tipo de cumbres, que de por sí, ya tienen una muy mala fama, porque no sirven para mucho más que sonrisa y fotos.