Nuestro México: Tixkokob, pueblo de Yucatán en donde el arte de tejer hamacas sigue vivo
Tixkokob es un bastión de la resistencia cultural en Yucatán, donde el hilo no solo une puntos, sino a generaciones con su arte de tejer hamacas.
¡Hamacas hechas a mano en Tixkokob! En un rincón del sureste mexicano, entre hilos de colores y manos pacientes, sobrevive una de las tradiciones más emblemáticas de Yucatán, es el urdido artesanal de hamacas.
En el municipio de Tixkokob, este oficio ancestral no solo representa una fuente de ingresos, sino que va más allá con su legado cultural que se resiste a desaparecer: la tradición de hamacas en Yucatán.
En #Tixkokob, #Yucatán, las #hamacas no solo son descanso, también son cultura, son identidad. 🧶
— Fuerza Informativa Azteca (@AztecaNoticias) June 12, 2025
Las #artesanas crean magia con técnicas ancestrales y telar casero. Transforman el hilo en verdaderas obras de arte, donde cada pieza puede tomar semanas de trabajo. @LilyCamino_… pic.twitter.com/bgikWBdYH5
Las hamacas de Tixkokob no son simples objetos de descanso, se trata de piezas de identidad, símbolos de la historia maya y del ingenio de las mujeres que, con telares caseros y técnicas transmitidas de generación en generación, transforman su hilo en arte.
Minelda Tuyub, una de las muchas artesanas del municipio, comenzó a urdir desde niña, inspirada por su madre: “Mi mamá hacía hamacas de henequén. Luego, cuando me casé, mi esposo y yo también empezamos, porque el dinero no alcanzaba. Él aprendió y salía a venderlas como ambulante”, relata.
La tradición de hamacas hechas a mano en Tixkokob, Yucatán
Cabe decir que cada hamaca puede tomar semanas en completarse, dependiendo del tipo de hilo: algodón, seda, nylon o el tradicional henequén: “Me relaja mucho urdir. Me quita el estrés. Me siento satisfecha cuando entrego un pedido, sobre todo porque la gente reconoce la calidad del trabajo hecho a mano”, cuenta Tuyub a cámaras de Fuerza Informativa Azteca.

Este oficio, sin embargo, enfrenta desafíos: La llegada de fábricas que producen hamacas de forma industrial ha desplazado parte del mercado. “Se está perdiendo la tradición”, lamenta Minelda, quien agrega que “Ahora ya las hacen con máquinas, pero lo nuestro es diferente. Yo estoy orgullosa de seguir haciéndolas a mano”.
Y es que, en un mundo en donde se avanza con prisa, el arte del urdido resiste por quienes ven en cada nudo una forma de honrar sus raíces y mantener viva una herencia invaluable.
En Yucatán, donde la hamaca es parte de la vida cotidiana, descansar en una pieza hecha a mano es conectarse con el pasado, con la Tierra y con quienes la tejen con amor. Tixkokob sigue siendo, hoy más que nunca, un bastión de resistencia cultural, donde el hilo no solo une puntos, sino también generaciones.