En el pasado se creía que aún en la muerte, la vida continuaba, que existía una posteridad... Se acerca el Día de Muertos y los mexicanos somos expertos en revivir nuestras tradiciones de una manera divertida, con calaveras y altares para recordar a los ausentes.
Aquí la celebración a nuestros difuntos es ecléctica, con raíces indígenas y españolas, pero siempre se le ha tenido respeto a la muerte, sin que llegue a ser un juego, pero siempre presente en las familias; por eso se le ofrece una estancia agradable, para que a su aparente visita no nos haga daño.
La muerte la recordamos con humor y sarcasmo en la cultura, pero solo cuando se trata del recuerdo, porque en realidad enfrentarla no es fácil para nadie, a pesar de que la vida es un ciclo que termina como todo.
Hablando con la tanatóloga Gabriela Pérez Islas, asegura que de niños nunca nos dicen que nuestros padres podrían morir o que morirán y es importante hablar acerca de la muerte y la pérdida con los hijos, sobre los ciclos de la vida.
Explicarles que las cosas se terminan y que el hecho de que eso suceda no nos debe de generar angustia ni ansiedad, para entender que la vida es un regalo que hay que desenvolverlo, usarlo y disfrutarlo, pero que también un día se va a acabar.
Romy, en vida tan cerca de la muerte
Jamás había tocado un tema tan sensible con una persona que tuviera sus días contados y que además lo supiera, como Romy; una activista sentenciada a morir por un diagnóstico de cáncer de mama, metástasis en coxis, lumbar, ganglios y un nuevo tumor en el esternón.
Su piel no dejaba ver ningún signo de cáncer, su cabello había crecido y sonreía; sin embargo, la llama de su vida se está apagando.
Se creería entonces que ella ha perdido el amor a la vida y los deseos de seguirla viviendo, pero no es así, para ella estar aquí es un regalo y se encuentra agradecida por la familia que tiene; por esos 16 años enferma de cáncer y sin que la sorprenda la muerte.

Se curó dos años, pero la enfermedad regresó y más fuerte, ahora los médicos aseguran que no hay cura y que pronto podría dejar de vivir.
Es increíble escuchar a una persona que sabe que su final se acerca, se palpan las ganas de comerse el mundo y aprovechar cada momento de la vida que aún la sostiene.
Romy no llora porque va a morir, si no por los pendientes que la persiguen, entre ellos, la reconciliación con su padre, que aún no sabe que su hija morirá antes que él. Está escribiendo una carta para explicárselo y para decirle que lo ama.
La especialista nos habló sobre lo que debe hacer una persona que está frente a la pérdida más importante de toda la vida: la de su propia vida.
Para este episodio se requiere decidirse a vivir con dignidad, con aplomo y que la muerte es un viaje en el que no se lleva maleta, miedos, inseguridades, dudas, no perdones y resentimientos; todo eso es demasiado pesado y la maleta debe estar lista y en orden para ese viaje final.
Deben cerrar círculos, irse satisfechos del deber cumplido con la satisfacción de que fueron felices y que vivieron lo mejor que se pudo.
Un muy buen recuerdo es dejar cartas para los suyos, grabar mensajes y dejar testimonios a los vivos.
No hay por qué tenerle miedo a ese viaje que todos algún día haremos, simplemente viajemos ligeros de equipaje.