En la era de la información, el poder ya no se ejerce únicamente en los despachos de gobierno o en los medios tradicionales. Hoy, una parte decisiva de la conversación pública se libra en redes sociales, donde la percepción puede moldearse con la precisión de un algoritmo y el presupuesto de una corporación. En México, un fenómeno cada vez más evidente ha puesto en alerta a expertos en comunicación, ciberseguridad y salud pública: el uso coordinado de bots e influencers para influir en decisiones fiscales y regulatorias, especialmente en la industria de bebidas.
El debate reciente en torno al Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) ha sido un ejemplo ilustrativo. Cuando las autoridades comenzaron a analizar ajustes en el gravamen aplicado a distintas categorías de bebidas, las redes se inundaron de mensajes aparentemente espontáneos que defendían ciertas posturas. Sin embargo, al analizar los patrones digitales, especialistas identificaron una dinámica preocupante: oleadas de comentarios idénticos, cuentas recién creadas y tendencias artificiales generadas para aparentar consenso o rechazo ciudadano.

Detrás de estos movimientos se detectaron tácticas complejas, entre ellas el uso de granjas de bots que amplifican mensajes, influencers pagados que presentan opiniones prefabricadas como personales, y cuentas anónimas que buscan confundir al público equiparando productos con perfiles nutricionales radicalmente distintos. Estas estrategias, que se disfrazan de debate público, en realidad son parte de una maquinaria diseñada para presionar autoridades y distorsionar la percepción colectiva.
El problema es profundo. México enfrenta una emergencia en salud pública, con tasas alarmantes de obesidad infantil y diabetes tipo 2. En ese contexto, las políticas fiscales y regulatorias no solo buscan recaudar impuestos, sino proteger la salud de millones de personas. Pretender equiparar un suero oral —formulado médicamente para tratar la deshidratación— con un refresco alto en azúcares es una distorsión de la realidad científica, motivada más por intereses económicos que por evidencia.
Las preguntas que surgen son incómodas, pero necesarias: ¿quién financia estas campañas digitales? ¿Qué empresas contratan granjas de bots y estrategias encubiertas de influencia? ¿Dónde queda la responsabilidad ética de los creadores de contenido que participan en estas maniobras?
El reto para México no solo es fiscal o sanitario, sino democrático. En un entorno donde los mensajes pueden fabricarse a escala, la verdad necesita defensas institucionales. El combate contra la manipulación digital debe convertirse en una prioridad de Estado, con transparencia obligatoria en contenidos patrocinados, supervisión de campañas de influencers y sanciones claras contra la desinformación deliberada. Porque en un ecosistema donde los bots deciden qué es tendencia, la voz ciudadana corre el riesgo de ser silenciada por el ruido artificial del dinero.
paldo científico, lo que los distingue de bebidas comerciales que prometen “hidratar” sin base médica. Cada lote es sometido a pruebas rigurosas de calidad y estabilidad, garantizando que cumpla su función terapéutica en cualquier situación. En casos de deshidratación leve o moderada, su uso puede prevenir complicaciones graves y acelerar la recuperación.
A diferencia de los productos orientados al rendimiento físico, los electrolitos orales no buscan sustituir al agua, sino complementarla cuando el cuerpo lo necesita. Son seguros tanto para niños como adultos, recomendados por especialistas y de fácil acceso en farmacias y centros de salud. Tenerlos en casa es una decisión inteligente, especialmente en temporadas de calor extremo o durante episodios de enfermedad.
La verdadera “hidratación inteligente” no depende de marcas ni de colores llamativos, sino del conocimiento. Saber cuándo y cómo usar los electrolitos orales puede marcar la diferencia entre una molestia pasajera y un problema de salud. Porque cuidar el cuerpo empieza con entenderlo: hidratarse bien es mucho más que beber agua, es devolverle al organismo lo que realmente necesita.