Por: Mtro. Heber Alejandro Almora López / Coordinador clínico de ABEDUL Life Center
No todos somos padres, pero todos somos hijos. Y desde la relación que se ha tenido con la figura paterna (que no siempre son los padres biológicos) quedará influenciado el rol que desempeñarán los futuros padres o la selección de pareja de las futuras madres.
Y es que, nadie sale ileso de la infancia, todos tendremos historias dolorosas o traumatizantes que contar y así crecemos con algunas dolencias o situaciones que sanar.
Esto es normal, y no puede ni debe evitarse.
La responsabilidad emocional paterna, no consiste en evitar el dolor o sufrimiento de los hijos, tampoco es ocasionarlo; consiste en modelar la gestión emocional, es decir, enseñar como sobreponerse al dolor y sufrimiento.
Es importante comprender que la gestión emocional del padre, representa la futura gestión emocional de los hijos; por ejemplo, si el padre maneja su enojo con gritos o golpeando objetos, esto será imitado por el niño y cuando sea adolescente manejará el enojo de la misma manera.
Lo mismo sucede con el resto de las emociones, como la tristeza que se oculta comúnmente, como si esta emoción tan importante y sanadora fuera motivo de vergüenza, y por lo tanto debiera esconderse. Si esto se hace, los niños nunca aprenderán a hablar sobre el dolor, cayendo en la represión emocional, con sentimientos de soledad o angustia; o en el otro extremo con exabruptos de emoción, perdiendo el control, sufriendo de más, avergonzándose de más, de formas autolesivas emocional e incluso físicamente.
Existen riesgos cuando hay una paternidad ausente, distante o abusiva, ya que esta se caracteriza por la ausencia de reglas claras, que crean la duda de cuáles son las formas correctas de conducta, por lo que los niños aprenderán a preocuparse por sí mismos de forma egoísta y hedonista.
Estos niños desarrollarán mayor impulsividad, enojo con violencia, mala integración académica o social, sentimientos de soledad, conductas delictivas, consumo de sustancias, dificultad para establecer relaciones íntimas o profundas y duraderas, apego disfuncional a la figura materna o femenina. Es decir, la duda sobre sí mismo y sobre cuál es el comportamiento que debe tener ante unas reglas que no logra comprender.
La figura del padre (hombre) emocionalmente responsable (este concepto es importante, es recomendable que se medite sobre el) pueden otorgar el desarrollo de tranquilidad emocional y creatividad laboral, que resulta de la confianza o autoconfianza que se puede lograr cuando una figura todo poderosa (desde la comprensión infantil) resalta las virtudes y orienta en la mejora de las debilidades, priorizando un apego emocional en equilibrio con la solvencia de las necesidades laborales, económicas o personales.
Esta paternidad promueve el desarrollo de habilidades laborales, incentiva en el ejercicio de valores en la integración social y familiar, brinda seguridad en la exploración del mundo, ayuda a desarrollar tolerancia a la frustración (esto es importante para el amor propio) y la creatividad para enfrentar y resolver la vida.
Un ejercicio de paternidad saludable buscará satisfacer las necesidades del padre con consciencia y beneficio de las necesidades de los hijos. Esto se logra cuando se ha alcanzado un equilibrio entre el apego emocional con los hijos y la responsabilidad y solución ante las complicaciones de la vida, la paternidad que busca desarrollo y crecimiento para sí mismo, desarrollará en los hijos la posibilidad de buscar alcanzar las propias metas, y el establecimiento de nuevas fronteras, porque han de confiar en sí mismos ya que su padre cree en ellos, porque el padre todopoderoso (desde la visión infantil) cree en sus capacidades.
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