En la década de 1960, un grupo de científicos se asociaron para conseguir presupuesto de la NASA e investigar los puentes comunicativos que podían desarrollarse entre los delfines y los humanos.
Para ello, comenzaron a colaborar con una voluntaria, Margaret Howe Lovatt, quien en ese momento tenía 23 años y empezó a comunicarse de una forma impresionante con los delfines, en un laboratorio en las Islas Vírgenes.
Howe Lovatt enseñó a los mamíferos a crear sonidos similares a los de los humanos, y su entrega al proyecto era tal, que comenzó a vivir en el laboratorio.
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Durante ese periodo, estableció un vínculo muy cercano con uno de los delfines, llamado Peter, quien por su parte, también expresaba con sus movimientos y actitudes su preferencia por la voluntaria.
El encuentro sexual entre Margaret y el delfín Peter
Peter y Margaret pasaban demasiado tiempo juntos, y en algún punto el delfín comenzó a frotar su cuerpo contra el de de la joven, en lo que era una clara muestra de afecto sexual. Pero en lugar de evitarlo, cuando ella se dio cuenta de esto, comenzó a estimular al delfín.
Después, reconoció los actos. “No fue algo sexual por mi parte… sensual quizás. Me pareció que estrechaba el vínculo. No por la actividad sexual, sino por no tener que seguir rompiendo. Y eso es realmente todo lo que era. Yo estaba allí para conocer a Peter. Eso era parte de Peter”, declaró.
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Con el paso del tiempo y en medio de cientos de rumores sobre contenido sexual, finalmente decidieron desmantelar el laboratorio, quitarle el presupuesto, y fue así como los delfines fueron enviados a otra sede en Miami, en donde Peter murió al poco tiempo, según uno de los científicos, debido a la tristeza por la separación de Margaret.