Eran las 9:28 de la mañana cuando un estruendo de metales, llantas y rieles rompió la calma en el Istmo de Tehuantepec. Apenas 23 minutos después de haber salido de la estación de Ixtepec, Oaxaca, el Tren Interoceánico se descarriló justo al salir de una curva, en una estrecha ruta donde las vías parecen una delgada línea entre el cerro y el desfiladero. Para los 250 pasajeros a bordo, el viaje se convirtió en una pesadilla.
Entre los sobrevivientes se encuentra Carlos Martínez, un estudiante que viajaba junto a su novia en el cuarto vagón. Su testimonio revela negligencias preocupantes. Según relata, desde antes del impacto era evidente para los pasajeros —e incluso para el personal— que la unidad viajaba a exceso de velocidad . “La gente comentaba entre los asientos que iba muy rápido. Incluso una persona de la Marina que trabajaba dentro del tren hizo el comentario: ‘es que va un poco rápido’”, recordó el joven.
El impacto fue brutal. La locomotora se desprendió del cuerpo del tren y quedó recostada a varios metros de distancia. La escena fue dantesca: el primer vagón se precipitó al fondo de un barranco, en una caída frenética de 6.5 metros; el segundo quedó colgando, aferrado al tercero, que fue arrastrado al borde del precipicio. El vagón de Carlos, el cuarto, se salió de los rieles, pero quedó sobre la vía, salvándolos de una tragedia mayor.
Carlos también expuso un grave vacío administrativo: no existe una lista oficial de pasajeros. Aunque les solicitaron identificación para aplicar el descuento de estudiante —pagando cerca de 200 pesos—, nadie registró sus nombres. “Solamente checan que presentemos la identificación, pero no se apunta nada. No toman ningún dato en computadora”, confirmó, lo que explica la confusión inicial de las autoridades para identificar a las víctimas.
Tras el accidente, la ayuda tardó cerca de dos horas y media en llegar. En ese tiempo, la solidaridad se impuso: pasajeros y lugareños bajaron al barranco con cuerdas para rescatar a los heridos. Finalmente, un segundo tren llegó para trasladar a quienes, como Carlos, resultaron con golpes menores de regreso a Ixtepec. Irónicamente, recuerda el sobreviviente, ese tren de regreso “se fue muy lento”.